El clima electoral gallego se vuelve cada día más sugerente, tanto por la búsqueda de nuevas fórmulas de adhesión, como por el lastrado ambiente convulso y falto de rumbo que se percibe en el Gobierno central. Los candidatos dan por sentado que los discursos surtirán poco efecto y que los programas electorales no se leen o, finalmente, de modo descarado, son incumplidos. A unos y otros solo les queda el recurso de afinar su propia imagen. Es mucho mejor parecer juicioso, inteligente y honesto, que serlo realmente. Todos, Gobierno incluido, tratarán de embridar a sus clanes, a quienes corresponde actuar como "conciencia pública", utilizando, de modo sibilino y subliminal, los recursos a su alcance. Así, pese a las redes sociales, habrá puntos en el universo mediático, claudicantes, que suplirán cualquier comentario analítico por "mercancía" interesada, como si se tratara de un encargo. Remunerado, naturalmente. Antes de las elecciones se espera una ofensiva sindical, vocinglera e inútil. Un país no se construye con manifestaciones o algaradas polifónicas, sino con decisiones políticas o expresando cada cual su voluntad en las urnas. Y aquí surge la duda, ¿a quién votar? Las candidaturas de los grandes partidos PP y PSdeG son un señuelo. De ellas saldrán los futuros gobernantes, no los parlamentarios a quienes se ha votado. Su normativa "cada persona, un cargo", obligará a correr la cerrada lista y se convertirán en parlamentarios personajes complementarios. En todos los casos, pasarán a formar parte del guiñol en el que se mueven palmeros, arrimadizos y soperos, manejados a su antojo por las cúpulas partidarias. ¿A quién votamos? Imposible predecirlo, a priori, sabedores de no poder adivinar el destino final de nuestro voto, incertidumbre que se acentúa por la proliferación de opciones minoritarias, exóticas y personalistas las más, deseosas de participar en el bebedero de los pactos.

Tras 25 años de actividad profesional se retira el chef D. José Manuel Arcay Varela, para quien la cocina fue el gas de su vida. En su quehacer huyó siempre del folclorismo turístico, de las mistificaciones y de la "deconstrucción", cuya fantasía se agota en las denominaciones. Un ejemplo, los "menús degustación", o sea, "tapas" disfrazadas por la hipérbole culinaria. El Sr. Arcay Varela, que desarrolló en los fogones de El Corte Inglés, profesionalidad, amor al trabajo y filantropía gastronómica, que va escondido en su sencillez. Pidamos, como en América, al final de los grandes banquetes "un aplauso para el cocinero".