A propósito del fallecimiento de los actores Sancho Gracia y Carlos Larrañaga y de la actriz Aurora Bautista, hace el maestro Méndez Ferrín en su sección No fondo dos espellos una mención retrospectiva a las películas de fabricación nacional que conocíamos como "españoladas". Y dice de ellas que la mayoría de la gente, joven o vieja, que él trató las detestaba cordialmente. A mí, y a los de mi grupo, nos pasaba exactamente igual, aunque tuve un amigo muy peculiar que se chiflaba por ellas porque las consideraba muy representativas de todo lo que aborrecía. Este amigo mío era marxista desde muy pequeño. A los 11 años decía haber leído el Manifiesto Comunista en un libro desencuadernado que encontró en una buhardilla. "Aquí viene todo muy claro -me dijo-, nuestras familias pertenecen a la clase explotadora. Y Franco es el peor de todos. Un déspota y un cabrón, como el director del colegio". A veces, cuando estaba muy encendido, salía al jardín de su casa , ponía una foto del Caudillo y otra de Girón de Velasco sobre el tronco de un árbol y les disparaba unas flechas construidas con varillas de paraguas. Era un activista impenitente. Recuerdo que, con ocasión de las visitas veraniegas del dictador, la ciudad se engalanaba con banderas españolas. Las había por todas partes, sobre todo en las calles principales por donde iba a pasar la comitiva oficial. "¡Qué desperdicio de tela -se indignaba este amigo-, la de calzoncillos para los pobres que se podrían hacer con ellas!". La evolución de la vida es muy curiosa porque pasados los años se hizo policía y acabó al cuidado de la familia de Franco durante un tiempo. Luego murió en un atentado al explotar una bomba cuando acudía a un servicio. Pero antes de llegar a todo eso, íbamos juntos a los cines de barrio a ver "españoladas" y otras películas de mayor interés como Arroz amargo, con Silvana Mangano metida hasta media pierna en un arrozal, en una de las visiones de más intenso contenido erótico que recuerdo. En aquellos cines del extrarradio, necesitados de hacer taquilla para seguir malviviendo, los porteros nos dejaban entrar a las películas calificadas para mayores por la censura eclesiástica pese a ir de pantalón corto. Vi muchas "españoladas" con este amigo mío. Él disfrutaba enormemente con aquellas malas y patrioteras películas rodadas con absoluta falta de medios. Y las apreciaba porque le parecían el reflejo de una realidad horrible. Aunque también había excepciones gloriosas como Bienvenido Mr. Marshall, Novio a la vista, o Historias de la Radio (Plácido y El verdugo pertenecen ya al tardofranquismo). En las "españoladas" trabajaban a destajo Pepe Isbert, que nos hacía gracia antes de empezar a hablar, Manolo Morán, Antonio Riquelme, o Conrado San Martín, entre los hombres. Y Lola Flores, Estrellita Castro, Ana Mariscal y la recientemente fallecida Aurora Bautista entre las mujeres. La lista se haría interminable. En las "españoladas", por cierto, eran asiduos actores catalanes como José Sazatornil (Saza), Cassen y Mari Santpere, aquella desgarbada cómica. Y gallegos como Xan das Bolas, que hacía pequeños papeles de gallego característico sacando el acento a pasear.