Al 'Mariscal da Terra Chá' Carlos Graña

y al Ilustre Juanjo 'Sentencias' Betanzos

Hay momentos, instantáneas de la actualidad política, que son tan irreverentes, tan poco consecuentes con la realidad actual, que los ciudadanos, comentaristas, analistas y editores ya no saben ni el qué ni el cómo deben informar de las atrocidades, desmanes, abusos que sin treguas ni pausas muestran la incapacidad, la incompetencia, la inmoralidad, la prepotencia de algunos personajes de nuestras clase dirigentes. A toda esa jarca de vividores y cacistas de la política, habría que psicoanalizarlos e intentar que palpasen y sintiesen el desasosiego de una ciudadanía al borde del colapso económico, social, educacional, sanitario y moral. Estamos y vivimos en una nación al borde de su desaparición como tal. Un Estado embargado y desahuciado cuyo camino, si unas elecciones anticipadas no lo solucionan, es el de ser un Estado Libre Asociado (como lo es Costa Rica en su relación con EEUU) con Alemania, y todo ello se lo deberemos a la incompetencia, ignorancia, prepotencia y arrogancia de Rajoy y su equipo de correveidiles. Pero hoy no toca hablar del Gobierno. Estamos en un momento en que por una vez intentemos hablar de buenos sentimientos y emociones positivas. Todos merecemos un tiempo de paz, sosiego, calma para evocar a aquellos que se fueron pero siguen presentes en el recuerdo y a los que siguen con nosotros. Por todos, merece la pena dejar patente que siempre debemos tener reservado un sitio, un lugar en nuestro disco duro del que podamos extraer vivencias que nos aparten del marasmo, de la rutina de escribir de lo mal que se hacen y están las cosas en nuestra querida Galicia y en el resto del territorio hispano.

Durante la semana, solemos reunirnos el Mariscal, Sentencias y el firmante (con cierta premura los jueves y como más relajados los viernes) delante de una buena botella de vino y unas ricas tapas (unos días callos, otros cocido, o lo que la dueña y cocinera tenga a bien preparar), para comentar las incidencias -que no las indecencias- políticas con mesura; de fútbol, con tristura, en tanto en cuanto lamentamos la situación del Dépor y con cierto caxondeo al recordarles que el blanco, a parte de ser muy manchadizo, está de capa caída y el merengue luso, marca MouRo, es más ácido que o vinho verde. A todo esto habría que añadir que tanto el Mariscal como el Sentencias, un par de arma-danzas -en el mejor sentido de la expresión-, han institucionalizado una paparotada de xabaril (preparado por el marido de la cocinera citada) que levanta el ánimo (si así queremos llamarle al preciado órgano reproductor) de los más usados, y ¡en eso de usados! mi gran amigo, para mí como hermano, el Mariscal (gran experto en genealogía y batallitas) y este menda, después de más de 50 tacos, de relación afectiva, colgamos algunos trofeos. No en vano fuimos adiestradores de papagayos, estudiosos de pombales y otros espacios de singular esparcimiento para relax de la mente y el espíritu. Con menos tiempo pero alta intensidad, hace más de cinco años, se cruzó, o me crucé con el Ilustre, más ilustre dentro del grupo músico-vocal Los Ilustres, mi amigo Sentencias (por cierto, rápido en juzgar y súbito al afirmar), que con su magnífica voz me ha enseñado y sigue educándome el oído para no entrar a destiempo y no caer en desafinos inoportunos cuando Los Ilustres, entonamos (todos los sábados y domingos) alegres melodías y estos días navideños hermosas panxoliñas.

Es difícil definir la amistad. Es un sentimiento que no nace, se hace. Hay tres tipos de amistad: por interés, por placer y por el bien. Particularmente sólo practico la última. También hay amistades que nacen casi de inmediato y otras que tardan tiempo, a veces años, en consolidarse. Pero hay una cosa que es cierta: una relación de amistad es un síntoma de libertad de pensamiento, de respeto al interlocutor. Cicerón decía que "la amistad implica armonía, buena voluntad y afecto ..." Por su trascendencia e importancia, yo definiría la amistad como un secuestro que los amigos practican y que generan, en nuestro interior, la necesidad de compartir parte de nuestro tiempo para hacerles partícipes de nuestras e inquietudes. Terminamos con otra frase de Cicerón: "Sólo en el peligro se conoce al verdadero amigo".