Si Groucho y sus hermanos hubieran podido organizar las exequias del caudillo bolivariano el resultado sin duda habría sido de película, como no podría ser de otra manera. Sopa de ganso sería considerado a partir de ese momento como un filme de serie B y el Camarote de los Marchs se quedaría en Posada del Peine o en Fonda del Sopapo. El chavacano espectáculo montado en Caracas -ciudad que posiblemente vuelva a ser la capital de Venezuela, al parecer primera medida que adoptará el conductor Maduro en detrimento de La Habana- no tiene comparación alguna con cualquier otro funeral de cualquier otro máximo dignatario. La gente seria, que en la República Venezolana afortunadamente se cuenta por millones, no sale a la calle y no por miedo sino por vergüenza. Lo del féretro vacío semiaplastado por las enfervorizadas masas, el cambiazo en el hospital ahora ya con cadáver en la caja, y la capilla ardiente en el Colegio Militar deberán calificarse, en el mejor de los casos, como grotescos. Contrastaba el elegante uniforme rojo del regimiento de húsares de la época de Bolívar con la vestimenta de los líderes chavistas, estos con unos chándales patrióticos, moda impuesta hace ya algunos años por el comandante Fidel Castro, metido a modisto postinero poco después de reinventar la olla a presión.

En el funeral de Estado hubo de todo: himno nacional a cargo de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, canciones folclóricas y depósito sobre el féretro de una copia del sable del Libertador por parte del ya "Presidente Encargado", por otro nombre "El Heredero". Los altos dignatarios asistentes, jefes de estado y presidentes de gobierno, por turnos, hicieron guardia ante el catafalco. Primero, claro está, los amiguetes del finado: Raúl Castro, Evo Morales, Rafael Correa y el iraní Ahmadineyad. De todo hubo como en la viña del Señor, destacando la presencia del guineano Obiang, personaje muy destacado y admirado por todo el mundo. Lo mejor de cada casa con honrosísimas excepciones. Un locutor anunciaba los nombres de los integrantes de esta variopinta guardia de honor y el público, que rodeaba la Academia Militar, ovacionaba a los jerarcas según sus preferencias. El más aplaudido fue el iraní. Cuando le llegó el turno a SA el príncipe de Asturias, una sonora pitada. Le estuvo bien, no a D. Felipe si no a quien se le ocurrió enviarle. ¡Buena metedura de pata! La reina de Inglaterra no fue (colitis) y tampoco el príncipe de Gales (orejitis); Obama brilló por su ausencia y tampoco envió al vicepresidente Biden; el presidente italiano Napolitano está muy liado con el Cónclave, la señorita Rottenmeyer muy ocupada también, se cree que tenía prueba con la modista. La inmensa mayoría de las naciones no hispanas enviaron, con buen criterio, representantes de segundo orden. Gran discurso fúnebre el de Nicolás Maduro, solamente habló treinta minutos y remató con un rotundo "Chávez lo dejó todo arreglado", es decir, todo atado y bien atado que no sabemos que nos recuerda... No nos extrañaría nada que al próximo Papa se le pida que abra causa de canonización al caudillo bolivariano.