No había manera, las dos cámaras parlamentarias italianas no lograban elegir presidente de la República. Ni Franco Marini ni Romano Prodi (para sus amigos el Profesor y para sus enemigos Mortadella), expresidente del Senado y ex primer ministro, respectivamente, conseguían los votos necesarios, de modo que el Partido Democrático y el Pueblo de la Libertad decidieron mirar hacia atrás, y así sus cabezas visibles, Bersani y Berlusconi, se fueron al Quirinal y consiguieron convencer al actual presidente Napolitano para que recuncase en el cargo. Parece ser que el anciano político puso como condición que se constituyese un gobierno de coalición posiblemente capitaneado por Giuliano Amato, que no es nuevo en la plaza pues ya fue primer ministro. En la sexta votación desde que comenzó el proceso electoral, en sesiones conjuntas del Senado y de la Cámara de Diputados, se produjo por fin la esperada fumata bianca, alcanzando Giorgio Napolitano 738 votos que superaban ampliamente la mayoría absoluta exigida a partir del cuarto escrutinio (en los anteriores se necesitaban dos tercios). La reelección, primera que se produce en Italia desde que en 1948 Luigi Einaudi inaugurase el cargo de presidente tras la Jefatura Provisional del Estado de Enrico de Nicola en el período constituyente 1946-1948, llevará a la primera magistratura a un caballero que dentro de un par de meses cumplirá 88 años. El mandato presidencial es por siete años, pero se espera que en cuanto se estabilice la complicada situación institucional el reelegido presidente presentará la dimisión. ¿Tutti contenti?: no, Grillo se ha agarrado una pataleta de mucho cuidado, dice que este apaño entre Bersani y el Cavaliere constituye un auténtico golpe de estado.

A ver qué pasa con ese gobierno de coalición y con el consejo de sabios de Napolitano. Y pensar que se decía que el papa Francisco era un poquito mayor para ocupar el solio de San Pedro... Pues el papa Ratzinger se retiró a la edad en que D. Giorgio se reengancha.