En la semana de las Letras gallegas y del 150 aniversario de la publicación de Cantares gallegos, de Rosalía de Castro -con Bécquer, la gran lírica del siglo XIX-, los nacionalistas han lanzado sus dardos contra el flamante presidente de la Real Academia Gallega, Xesús Alonso Montero. A nadie se le ocurrió, sin embargo, invitar a los escolares a recitar el poema rosaliano, ejemplo de ritmo, belleza y elegancia espiritual, esculpido a la muerte del general sir John Moore en el Jardín de San Carlos de La Coruña. Entre los que dedicaron su atención al profesor Alonso Montero, han sido sus colegas docentes, Xavier Vence, portavoz del BNG que lo tildó de "petulante y de hombre rancio", y la exdiputada de la misma familia, profesora García Negro, que estableció ciertas posiciones del titular de la Academia Gallega, en "un españolismo extremo". Difícil tarea le espera al titular de la docta corporación, galleguista confeso, no lusista, defensor del gallego culto, del gallego de la literatura, del gallego que debe construirse primorosamente a través de las variables lingüísticas. Hombre de convicciones políticas inocultables, tanto en su vida docente como en su actividad intelectual, siempre tiene a Galicia como orientación. Cultor del idioma, lamenta que los jóvenes supriman una "c" en la palabra "diccionario" o escriban "produto" por "producto". O "móbil", decimos nosotros, o se oiga y se vea por TVG, "Elxe", "Xátiva", "Xetafe", etc. La imposición de un idioma no se debe utilizar como ingeniería social. Las lenguas no se forjan, ni se imponen, porque no prosperan. Así lo entendieron nuestros clásicos, como Menéndez y Pelayo: "nada hay más inviolable, ni más santo en la conciencia humana, que el nexus secreto en el que viven la palabra y el pensamiento". Alonso Montero, venerador del vernáculo, superará las acometidas del nacionalismo radical, enfermedad cada vez más virulenta si las instituciones académicas y políticas se achantan. Es, entonces, cuando el autonomismo se niega a cooperar en la vital tarea unitaria. No debemos descuidar además que, en este mundo globalizado del siglo XXI, el porvenir exige tres idiomas: el inglés, el español y la informática.

El grupo municipal Compromiso por Galicia del Ayuntamiento de Muros ha denunciado la "brutal involución" que sufre el vernáculo por la actitud del asesor jurídico que, afirman, suele expresarse en castellano. Desconocen los comprometidos la vigencia del bilingüismo.