Dos crisis simultáneas, y a cada cual más grave, sacuden ahora mismo las entrañas de la Alternativa Galega de Esquerda. Una la detonó el diputado ourensano David Fernández Calviño al anunciar, a mediados de noviembre, la renuncia a su escaño para emigrar como investigador científico a Dinamarca. La otra emerge a raíz de la fuerte marejada que venía sacudiendo Anova y se agudiza notoriamente con la dimisión de Martiño Noriega, el número dos y delfín de Xosé Manuel Beiras. El viento de unas muy favorables expectativas electorales venía hinchando las velas de AGE. Incluso aspiraba a encabezar la alternativa al PP como segunda fuerza política en media Galicia, hasta que empezaron a aflorar con fuerza las contradicciones internas de una plataforma política de banda ancha, agravadas por los problemas intestinos (y crónicos) de algunas de las formaciones que la integran. Ahora parece que el proyecto empieza a desinflarse, algo que probablemente detectarán a no tardar las encuestas.

En la sustitución de Calviño AGE mostró públicamente la endeblez de sus engranajes. Resulta que había un pacto entre Esquerda Unida (EU) y Anova para mantener durante toda la legislatura la correlación de fuerzas (cinco escaños a cuatro) salida de las urnas. En su virtud, el "beirista" Calviño tendría que ser sustituido por alguien de su misma militancia. Para ello debía renunciar al escaño la número dos de la lista ourensana, Carme Iglesias, de EU, pero se negó en redondo. No lo cedió ni por las buenas ni por malas, para acabar sentándose en O Hórreo como independiente dentro de AGE, tras haber sido expulsada de su partido. Fue personalmente Beiras, como presidente del grupo, el que decidió aceptarla contra el criterio de sus compañeros de militancia y de coalición.

Noriega dimite como coordinador de Anova, ante la falta de respaldo de su mentor político y por la actitud intransigente y obstruccionista del sector que menos cómodo se siente en la alianza con Izquierda Unida y al que el resto de la organización, incluido algún diputado, acusa de reproducir los esquemas de control orgánico y hasta los tics sectarios de la Upegá en el Bloque. Colmó su capacidad de aguante la expulsión de un grupo de militantes "críticos" de Redondela. Tampoco le gustó a Noriega la forma en que se gestionó la crisis del disputado escaño de Ourense, en especial la extraña manera en que el viejo profesor zanjó el conflicto, con una decisión personal poco respetuosa con las normas de funcionamiento del grupo. El alcalde de Teo da un paso atrás. Piensa seguir trabajando, desde la base, por ampliar el abanico de AGE, porque sigue creyendo en la idea que llevó a crear un sumatorio de fuerzas alternativas al actual sistema sobre un modelo "frentepopulista".

En el Benegá, en el Partido Popular y en el Pesedegá se cruzan apuestas sobre si AGE llegará unida a las elecciones municipales de 2015 o se romperá antes. Ninguno de sus rivales políticos esperaba que el proyecto se agrietara tan pronto. Sin embargo, hay quien cree que todo depende de cómo afronten las europeas de mayo próximo, el gran test de la cohesión. Alguno va más lejos aún al pronosticar que no solo habrá divorcio entre EU y Anova, para acabar formando dos grupos en el Parlamento, sino que la "nova irmandade" se escindirá en las dos facciones que cohabitan de forma cada día más incómoda a la sombra del patriarca Beiras. Socialistas y nacionalistas, por razones obvias, serían los grandes beneficiarios del cisma. ¿Por qué será que a Feijóo y al PP no les hace tan felices esa perspectiva?