Voces técnicas autorizadas han vuelto a alertar sobre el perverso efecto que el costoso relleno de arena ha provocado en la bahía de Riazor y Orzán, al facilitar que el mar suba más fácilmente y azote con amenazadora violencia la línea costera de la ciudad. Los expertos piden a las autoridades que pongan en marcha un proceso de búsqueda de ideas para atajar un problema que puede ir a más por la subida del nivel del mar y el desorden climatológico, que este invierno ha propiciado una insólita concatenación de temporales que no parece dar tregua.

El mar siempre tiende a recuperar el espacio que se le gana artificialmente y esto es justamente lo que empieza a verse como una preocupante tendencia para el futuro del litoral atlántico de la ciudad. El catedrático de geodinámica de la Universidad de A Coruña Juan Ramón Vidal Romaní puso el dedo en la llaga en unas declaraciones a LA OPINIÓN en las que afirma que los rellenos del arenal reiteradamente efectuados por las autoridades locales para intentar frenar las acometidas de un mar más encimado tras la construcción del paseo y el aparcamiento subterráneo de Riazor y Orzán han agravado aún más el problema.

Los rellenos se han convertido en un trampolín por el cual el mar sube ahora más violentamente hacia el litoral urbano, sentencia el experto, que augura que la millonaria reparación de destrozos se producirá año tras año, sacrificando repetidamente al mar una porción del presupuesto coruñés. Precisamente, el relleno más costoso se abordó en 2010 tras acabar el paseo devastado en dos ocasiones por los temporales. A la vista está que la notable inversión entonces de casi 10 millones de euros no fue una solución duradera.

A la singularidad de que la fachada urbana atlántica de A Coruña se ha adentrado en el mar tras la construcción del paseo y el aparcamiento subterráneo se le suman ahora otros interrogantes sobre la posible aceleración de la subida del nivel del mar y la intensificación de fenómenos climatológicos extremos, causados por un supuesto cambio climático sobre el que los científicos no acaban de tener una postura unánime.

En cualquier caso, hay augurios científicos que no pueden ignorarse. Un reciente informe del Instituto Hidráulico de Cantabria, unos de los centros españoles de referencia en estas cuestiones, pronostica que la subida del nivel del mar recortará en 15 metros las playas gallegas hacia 2050. Según este estudio, la cornisa marítima gallega será la más susceptible de una mayor erosión por la subida del nivel del mar en el territorio español, junto con Canarias, Huelva y Cádiz. El estudio apunta precisamente que el proceso se agravará por el previsible aumento de la intensidad y frecuencia de las tormentas en los próximos años.

Es evidente que hay signos suficientes para temer que la presión del mar sobre el litoral coruñés puede ir a más. Lo más sensato, pues, es abrir con tiempo ese debate de ideas que los técnicos reclaman, en vez de caer en la fácil tentación de salir del paso sin más echándole la culpa a una singular concatenación de circunstancias que desembocaron en la tormenta perfecta. Algunos expertos apuntan, por ejemplo, a la posibilidad de instalar arrecifes artificiales que actúen como obstáculos sumergidos para evitar que las olas lleguen enteras al paseo y rompan con fuerza devastadora. Esta técnica fue probada ya con éxito en Florida en estos últimos años, en los que se logró atenuar la violencia con la que los huracanes golpean regularmente esa vulnerable zona costera.

La violencia del oleaje no solo provoca una constante sangría financiera por las regulares y costosas reparaciones de los destrozos causados por los temporales. Es además una latente amenaza de seguridad. Las olas se han cobrado varias vidas en Galicia este invierno y el violento embate de las que destruyeron la balaustrada marítima en la ciudad atravesaron la calzada del paseo, una de las zonas con tráfico más denso. El reportaje que abre hoy el dominical de este periódico recuerda precisamente que en 1965 un violento temporal anegó la ciudad hasta Juana de Vega, causando graves daños en edificios y la muerte de dos personas.

El Concello debe tomarse en serio estos potenciales riesgos y encabezar con otras autoridades un proceso de recogida de ideas para encontrar soluciones más prácticas que permitan aliviar la permanente carga económica de los temporales a las arcas coruñesas cada invierno y evitar sobre todo un posible coste en vidas.