La corrupción como problema principal en la percepción social. Corrupción de los políticos percibidos también como problema importante. No es bueno que al cabo de treinta y cinco años de vida democrática vuelva el viejo discurso antidemocrático de principios del siglo XX que alimentó al monstruo fascista de los años veinte y treinta. Corrompidos los partidos, los parlamentarios, los gobiernos, los alcaldes y corrompidos los jueces nombrados por aquellos. La democracia está podrida y el pueblo soberano, depositario de todas las virtudes, tiene el derecho y el deber de derribarla. Hay que distinguir. Distinguir, porque no es lo mismo el clientelismo que la corrupción individual o que la criminalidad organizada. Con las tres prácticas censurables ha convivido la democracia desde su nacimiento y, por supuesto, todos los modos de organización del poder a lo largo de la historia. Es cierto que la democracia no garantiza políticos, ni ciudadanos virtuosos, pero combate las malas prácticas más eficazmente que cualquier otro sistema. Nuestra democracia funciona mejor que hace treinta años porque hoy conocemos lo que antes existía oculto e imposible de castigar. Ayer sábado una infanta de España declaró como imputada en Mallorca y desde la cárcel la pudieron ver el expresidente de la CEOE, la expresidenta del parlamento balear y el exalcalde de Marbella, entre otros, y sentirían calambres los cientos de políticos imputados que a diario acuden a los juzgados a responder de sus actos. Gracias a la democracia y a la prensa libre sabemos mucho de lo que ocurre y a los indeseables tienen las cosas más difíciles. No hay metástasis en el sistema. No funcionamos con mordidas, no están en venta los jueces, ni los tribunales de oposiciones, ni conseguimos número en la consulta del ambulatorio sobornando al médico o plaza escolar por amistad con el director del Instituto o con el decano de la Facultad. No podemos ver un corrupto en cada concejal o en cada funcionario porque si así fuera lo tendríamos en casa. Sería nuestro hijo, nuestro marido o nosotros mismos. ¿Es así? Hay corruptos claro que sí, como hay criminalidad organizada. La Gürtel, la trama de los ERE o la Pokemon son ejemplos de esta última y, afortunadamente, los jueces están en ello y antes o después habrá sentencias y condenas. Hace veinte o treinta años los había también pero campaban libremente. El clientelismo es parte de una cultura antigua y su erradicación es lenta y muy laboriosa. El conseguidor consigue a cambio del voto, pero cada vez lo tiene más difícil. Y los favores. Alguien pide que examinemos con cariño a su hijo, se responde con un a ver que se puede hacer, pero eso no significa que se acceda al favor ni que se cobre por ello. No saquemos conclusiones apresuradas?y no pidamos el favor, claro. Si a eso llamamos corrupción cómo llamaremos a lo de las preferentes y a hundir las cajas, a los sobreprecios en la obra pública o a la externalización de servicios públicos con garantía de compensación si hay pérdidas. Culpables los políticos sí, pero sin corruptores no hay corrupción individual ni organizada. Empresas corruptoras y negociantes corruptores que no militan en partidos. Estigmatizar la política y los políticos y salvar a la ciudadanía es hacer trampas. Confundir un favor con un cohecho multimillonario es un disparate. Equiparar a un político amable con uno corrupto o una organización dedicada a corromper políticos, también. Las cosas en sus justos términos.