El patrón mayor de la cofradía de pescadores de Malpica y presidente de la Federación Provincial de Cofradías de A Coruña, Genaro Amigo, calcula que el sector de bajura ha perdido en las últimas semanas algo más del 60% de sus posibilidades de pesca y consecuentemente el valor de esta, debido a los temporales que se abaten sobre la costa coruñesa de forma constante desde antes de las fiestas de Navidad.

Son, entre uno y otro tren de borrascas, prácticamente dos meses sin poder salir a faenar y sin ningún tipo de prestaciones para aquellos que viven de la pesca y el marisqueo y que, ya en tiempos de López Veiga como conselleiro de Pesca -posteriormente reforzado tal derecho con Carmen Gallego como responsable del mismo departamento de la Xunta- tenían asegurada una mínima compensación económica que les permitía paliar los efectos del mal tiempo en su demasiadas veces precarias situación.

Cuando las gaviotas sobrevuelan la costa se aplica el viejo dicho marinero gallego Gaivotas a terra, mariñeiros á merda. Es cuando hay que trincar las embarcaciones, reforzar amarras y esperar -hasta ahora inútilmente- a que el tiempo mejore para, cuando menos, realizar unas capturas que permitan hacer frente a los gastos de armadores y tripulantes, afectados unos y otros por los vientos y las grandes olas que mantienen inactiva la flota.

La decisión de la Consellería do Mar de retirar aquel seguro estipulado en el mandato de Fraga Iribarne como presidente de la Xunta, golpea constantemente las libretas de ahorro de quienes solo tienen la mar para sobrevivir. Dos meses de inactividad es un tiempo lo suficientemente largo como para que los más necesitados intenten aprovechar cualquier circunstancia de mejora transitoria del tiempo para hacerse a la mar. Y esto significa jugarse la vida. Lo saben en la Consellería y lo conoce sobradamente la responsable de esta, la conselleira Rosa Quintana.

Es de esperar, lo deseo fervientemente, que tales intentos no terminen en tragedia. Esta recaería, sin duda y en buena medida, en la conciencia de aquellos que un día, basándose en cuestiones meramente presupuestarias, optaron por retirar un seguro de mal tiempo que lograba que los barcos, mayores o menores en su eslora, permanecieran abarloados o fondeados en sus respectivos puertos sabedores sus tripulantes que, cuando menos, contaban con una pequeña compensación para seguir adelante cada día.