Si la semana pasada leíamos a Galdós para refrescar la degradación de la España de la Restauración y su nepotismo, estos días no nos queda más remedio que tirarnos un poquito más al monte por los datos que afloran gracias a vídeos y pinchazos telefónicos.

Los primeros capirotazos han de llevarlos en sus testas el director general de la Guardia Civil y el delegado del gobierno en Ceuta, fue indignante el cúmulo de contradicciones, de verdades a medias, de amenazas de querellas por parte del paisano de Ferrol que dirige la benemérita;? supongo que ya habrán ido al confesor para que les perdone los pecados. No sé si las personas de color negro muertas son fallecimientos accidentales o abortos fuera de plazo para el señor ministro del Interior, el hecho de que se haya ordenado disparar humo, pelotas de goma o balas de fogueo contra negros con flotador, guardando -eso sí- la distancia reglamentaria de los 25 metros, como si fuesen patadones de bola de rugby o tiros libres de la NBA, merecerá también penitencia, código penal y dimisión.

El lenguaje políticamente correcto no se abandona, estoy esperando que a alguno se le escape lo de "afroamericanos" en vez de "subsaharianos", creo que lo mejor sería inventarse lo de "afroeuropeos", pero no cundirá la idea, ya que parece que la clasificación de europeo cae en desgracia y ya lleva dos o tres subdivisiones o escalas: de primera, de segunda?entre los blancos con pasaporte y ciudadanía europea. Menos mal que los suizos, ingleses y otras hierbas usan métodos pacíficos para deshacerse de los indeseables europeos del sur que les lleguen con el máster en un sobaco y la fregona en el otro, escapando de su país en el que el máster no les sirve para nada y para la fregona tienen la complexión física poco desarrollada.

Y hablando de divisiones, uno de estos gerifaltes del Ministerio del Interior habló de que eran fornidos y musculosos los que se aventuraban al naufragio, seguro que si les hubieran hecho una prueba física para ver cómo jugaban al fútbol, en cuántos segundos hacían los 100 metros o su habilidad para golpizas pugilísticas, es posible que hubiesen tenido permiso de trabajo y residencia en cualquier comunidad autónoma, incluso de las de pedigrí nacionalista pese a que no hablasen la lengua del país.

El segundo pasmo semanal viene relacionado, otra vez, por las tramas de frivolidad y concupiscencia receptora de diferentes personajes públicos de las capitales gallegas a la hora de acoger agasajos por parte de las empresas beneficiarias de los servicios públicos privatizados. He de decir en su defensa que, por lo de ahora, no ha aparecido nada parecido a la Gürtel o a los trajes de Camps, pero algo huele a podrido en tanto enchufe, tanta botella de champán francés, y vino de las orillas del Duero con recuerdos sicilianos, de joyerías con ositos y bolsos con más valor que el arca perdida, todo de precios estratosféricos a la hora de felicitar las pascuas, cuando el resto de los mortales mandamos cinco euros de lotería, un libro o un chiste malo por WhatsApp.

Seguramente episodios de estas características merecerían las oportunas dimisiones; pero ya se sabe que desde tiempo inmemorial, curas, médicos y maestros -además de alcaldes y caciques varios- fueron beneficiarios de los productos del país. Ese polen sigue siendo transportado de generación en generación, aunque cambien los protagonistas.