Saludos, queridas y queridos amigos, en esta recta final del mes de octubre. Estos están siendo días prolijos en citas, encuentros, reencuentros y nuevos balones de oxígeno, que contribuyen a conformar un horizonte vital a corto plazo intenso en contenidos y sus mentores. Hoy, en esa línea, les cuento que tuve la oportunidad, ayer mismo, de compartir un buen rato con Félix Rodrigo Mora, pensador y escritor, con libros publicados sobre cuestiones muy de actualidad. Fue por gentileza de un grupo de investigación de la Universidade da Coruña, empeñado en aterrizar los contenidos teóricos de sus asignaturas en vivencias y experiencias que puedan contribuir más a una educación integral para sus alumnos. Todo un ejemplo que, en mi humilde opinión, debiera ser tenido en cuenta por más profesores.

El caso es que hubo tiempo para departir y debatir informalmente, en temas tan de actualidad como el parlamentarismo, la democracia representativa, las fórmulas alternativas de gobierno y, en particular, las características y las posibilidades de las asambleas ciudadanas. Una figura que, como sabe perfectamente el ponente Mora, en Galicia fue ensayada ya en el medievo, con eficacia, método y capacidad de gobierno y hasta de resolución de conflictos, y que se han visto reeditadas con fenómenos recientes como el del 15-M. En efecto, sólo hace poco, al calor de tal movimiento, las plazas de villas y pueblos han vuelto a acoger asambleas por primera vez en, al menos, doscientos años. Pero sin que sus consecuencias, y quizá también la dinámica de muchas de ellas, tuvieran que ver con la capacidad y la fortaleza de las que se desarrollaban muchos siglos atrás. Concejos abiertos, en los que la ciudadanía -y, en particular, las mujeres- gobernaban coralmente en sus territorios.

Visto el actual nivel de crisis de la democracia representativa, es importante conocer el antes y el ahora de otras alternativas para la toma de decisiones. No, quizá, porque estas vayan a ser una solución a todos nuestros problemas, pero sí porque conviene abrir la mente y plantearse otros paradigmas, aprender del pasado, y dibujar un futuro mucho más halagüeño, serio, responsable, con espíritu de servicio y orientado al bien común para el espectro de lo público. No sólo los escándalos y los reescándalos, la corrupción y una cierta sensación de impunidad a partir de todo ello están haciendo un daño, para mí irreversible, a nuestro constructo democrático, sino que en mi opinión estamos corriendo el riesgo de una verdadera fractura crítica en este ámbito de lo común, con un franco deterioro de la confianza en las instituciones. Y, como saben ustedes, las consecuencia podrían ser absolutamente demoledoras, con ejemplos en nuestro entorno próximo verdaderamente preocupantes. En Italia o Francia hay buenos ejemplos de ello. Nos jugamos mucho más que el presente, y en ese sentido es importante pensar ahora qué tipo de sociedad queremos para el mañana y cuáles pueden ser sus posibles bases conceptuales irrenunciables.

Pues ya ven. Ahí andamos, pensando y debatiendo, contando cosas y escuchando con las orejas bien abiertas las ideas que nos traen pensadores como Mora. Al tiempo, este prolegómeno del veranillo de San Martiño sigue haciendo de las suyas, y la vida pasa tenue entre hojas de castaños que amarillean y se caen, perdida la clorofila y preparando a los árboles para el invierno. Tengan vida y salud en lo personal y atesoren fuerza y esperanza, que se les espera para dibujar un futuro mejor, como una parte más de ese todo tan común que es la vida en sociedad...