El actual Gobierno local de A Coruña ha apurado hasta la rectal final de su legislatura para abordar una de las grandes asignaturas pendientes en la mejora de la calidad de vida de los coruñeses, al tiempo que una de las principales apuestas del programa electoral con el que Negreira llegó a María Pita hace cuatro años: el plan de movilidad.

Presentado el año pasado, aspira a reducir la circulación del tráfico en la ciudad coruñesa en diez mil coches diarios, un objetivo que, en palabras del propio alcalde, permitiría recuperar de forma paulatina una ciudad de las personas. La única forma de conseguirlo es reduciendo de manera notable la utilización de vehículos privados. Ese descenso del transporte privado se complementaría con un importante aumento del número de viajes del transporte público urbano e interurbano, para confluir en esa ciudad más humanizada y liberada de los insufribles atascos crónicos que padece. Esa es la base del plan.

Las estadísticas ponen precisamente el dedo en la llaga al revelar que solo el 20% de los coruñeses usa el autobús urbano. Y que el 40% de los coruñeses se desplaza diariamente en sus automóviles particulares. El problema se multiplica con el tráfico del área metropolitana, ya que más del 90% de los vecinos de la Gran Coruña entran en la ciudad con su coche particular. En conjunto, suman esos 54.000 vehículos que circulan por las atestadas calles de la urbe coruñesa. Unas cifras muy alejadas de las medias urbanas europeas.

Esta servidumbre del coche mereció una rotunda y crítica valoración del autor de la revisión del plan general, Joan Busquets: "El sistema de movilidad de la ciudad es muy deficiente". El problema es que, estando como estamos a las puertas de unas nuevas elecciones municipales, se ven muy verdes las perspectivas de mejora en algo que constituye no solo una fundamental asignatura pendiente, sino también una relevante promesa electoral.

Para dar la vuelta a esa estadística y acompasarla a estándares europeos resulta indispensable ganarse a los ciudadanos con un sistema de transporte público eficiente y asequible, algo en lo que queda muchísimo por hacer. Pero es que, además, la última iniciativa del Gobierno local coruñés en esa materia parece ir, curiosamente, en sentido contrario.

El Ayuntamiento acaba de sacar a concurso el suministro de más de 20.000 nuevas tarjetas Millennium, imprescindibles para el uso del autobús urbano. Lo sorprendente es que lo ha hecho con las mismas condiciones técnicas del modelo de 2012, que ha resultado una pesadilla para los usuarios y para los conductores de los autobuses por cómo se han ralentizado los recorridos urbanos a causa del mal funcionamiento de las tarjetas. El propio plan de movilidad denuncia el pésimo servicio de las Millennium.

La deficiencia tecnológica de las Millennium no solo empeora el sistema de transporte, sino que suponen una carga extra para el Concello. La elevada cantidad de sustituciones de estas tarjetas por su mal funcionamiento ha obligado al Gobierno local a un incremento del presupuesto. Si en 2012 se solicitaban a la empresa suministradora 16.216 tarjetas, en esta última licitación son ya como mínimo 20.100.

Si extraño resulta que el Gobierno de Negreira haya optado por hacer caso omiso a su propio plan, que advertía ya el año pasado del funcionamiento defectuoso de las tarjetas, más lo es que haya incumplido su promesa de habilitar una nueva tarjeta Millennium Plus que subsane las deficiencias de las actuales. Doblemente extraño porque el plan fue presentado a bombo y platillo como la herramienta clave para conseguir esa ciudad más humanizada que los coruñeses tanto anhelan.

Desgraciadamente, no es el único traspiés que el nuevo año nos ha dejado en el camino hacia ese objetivo. El pasado jueves el alcalde anunció que también habrá que esperar por la implantación de la tarifa plana del bus urbano y por el bono familiar. Dos medidas que figuran como propuestas estelares en el programa del PP de las pasadas elecciones municipales y que, por si eso fuera poco, el pasado verano se prometió poner en marcha en el arranque de 2015.

Escudarse ahora, para justificar los incumplimientos, en la complejidad de la medida carece de sentido, pues, siendo cierta la dificultad, es la misma que existía cuando se prometió acometer los cambios. O no se habían estudiado entonces o estamos ante la evidencia, una vez más, de que, cuando de política se trata, no es lo mismo prometer que dar trigo, que diría un castizo, sobre todo estando en campaña electoral.

El Gobierno local ha postergado hasta el último año de la legislatura una herramienta tan decisiva como el plan de movilidad, y una vez puesta en marcha le da la espalda, al igual que a sus promesas. Se ha limitado, en año de urnas, a no subir el precio del billete del bus, a costa de que los trabajadores de la Compañía de Tranvías congelen sus salarios. Ya veremos qué pasa después de las elecciones.

Volvemos a entrar en campaña electoral, y de ahí la conveniencia de recordarlo. Porque si el objetivo de alcanzar una A Coruña con menos tráfico, ruido y humos, o sea, más habitable, es en verdad prioritario, que lo es, lo que procede es actuar en consecuencia. Es decir, adoptando las medidas necesarias para conseguirlo y olvidándose de intereses partidistas y estrategias electoralistas de andar por casa que no conducen a ninguna parte.