Ciudadanos, querida Laila, es el partido comodín. Ya sabes, esa carta que se puede arrimar a cualquier combinación para poder completar una suerte de jugada y poder ganar. Es el comodín del bipartidismo y servirá para garantizar la supervivencia en el poder de cualquiera de sus dos polos. No tiene, por tanto, un objetivo propio y fijo, sino subsidiario y variable en función de la jugada que tenga que completar: la más conservadora cuando apoye al PP o la más matizada cuando apoye al PSOE, que las dos cosas hará. Así lo intuye Esperanza Aguirre cuando lo adula en Madrid y así lo intuyó Paco Vázquez, bipartidista donde lo haya, cuando recibió con especial deferencia a Albert Rivera en A Coruña, no hace mucho tiempo. Todo esto se verá muy claro tras las elecciones pero es que, además y de hecho, ya está jugando ahora este papel. Ya sirve para captar votos y apoyos de desencantados del PP y del PSOE y será la salida que permitirá a muchos evitar el limbo confuso de la abstención. También es recibido con alborozo por los jugadores del mercado, que se guardan la carta en reserva por si la tienen que sumar a la combinación que les permita volver a ganar el envite que se juega en las próximas elecciones: las de este mes y las generales. Asimismo a Ciudadanos se le otorga, y él lo asume, el papel de muro de contención contra Podemos, que es realmente el enemigo a batir, por cuanto, éste sí, pone en cuestión el modelo de gestión bipartidista hasta ahora vigente y responsable de las políticas que llevaron, tanto al paro masivo, al empobrecimiento de las clases medias y al incremento de la desigualdad, como al florecimiento de la corrupción y a su impunidad o a su ocultación en la mayor parte de los casos.

En esta timba, querida, de un lado de la mesa de juego, se sientan los tahúres beneficiarios y muñidores de la inmensa burbuja de la falsa prosperidad, de la recesión y de la presunta salida de la crisis y, del otro, los perjudicados paganos y estafados, conmovidos por la indignación, que piden cartas y entran en política para lograr una combinación que les permita recuperar, al menos, algo de lo perdido en la fulera partida que se vieron abocados a jugar, aun sabiendo que los adversarios se guardaban cartas en la manga. Con la esperanza de lograr un juego limpio se reparten las cartas y, en principio, los aspirantes acceden a una importante combinación y calculan con esperanza su envite, aún sabiendo que los tahúres, además de continuar con su inclinación al tongo, cuentan ahora con un comodín que les puede ser muy útil en la descubierta final. Este es el papel de comodín que, desde los fácticos poderes, se le otorga a Ciudadanos y, de momento, parece que los de Albert Rivera así lo asumen y se muestran satisfechos con él.

Podemos, amiga mía, se sentó a la mesa de juego con el objetivo de recuperar, en un par de manos, todo lo que la ciudadanía había perdido. En un par de manos: las autonómicas y las generales. Tal objetivo, aunque difícil por la capacidad de resistencia y la habilidad tramposa de los tahúres, se veía posible dado el inicial reparto favorable de las cartas pero ahora, sabiendo que los adversarios siguen teniendo cartas en la manga y, encima, cuentan con un comodín la cosa se pone más cuesta arriba, con lo que puede hacerse necesario cambiar de estrategia y no limitar a solo dos manos la posibilidad de ganar la partida. Habrá que ir ganando más manos de las que se pierdan y avanzar hasta recuperar todo lo perdido, pero en una partida más larga y compleja de la que en principio se diseñó.

En todo caso, hay partida y la partida hay que jugarla entera, hasta lograr que ni siquiera el comodín sirva a los tahúres. Así creo, querida, que está el juego de duro y de apasionante.

Un beso.

Andrés