Los idiotas en la Grecia clásica, de la que hemos heredado la democracia, eran, en resumen, aquellos que se desentendían y no hacían uso de sus derechos como ciudadanos libres. Hoy sigue habiéndolos, los que ejercen de idiotas de forma voluntaria; también proliferan los que sostienen una tendencia, quizá provocada por un viento, por algo que ponen en el agua del grifo o puede ser que la educación que hayan recibido no haya sido todo lo efectiva que hubiese sido menester... Una tendencia que hace surgir criaturas extrañas.

Comprobamos cómo lo ocurrido en Andalucía y el boicot a la presidenta es todo de traca judicial. Por otra parte no sé la razón por la que se le llama Susana, a secas, y no presidenta Díaz, como al señor Rajoy; es fácil ver ahí un residuo, retrógrado, clasista y zarzuelero.

Pongamos algún ejemplo, don Mariano ha simplificado tanto el lenguaje que en las escuelas infantiles se lo tomarían a guasa porque Espinete le supera en agilidad mental, hay que agradecer sin embargo el interés por acercarse a la vulgaridad de la clase baja.

Creo que tiene una feroz competencia en campaña, la de la señora Aguirre, descendiendo desde las más altas cumbres hasta el infierno de Dante en plena Gran Vía requiere mucho más esfuerzo. Agradezcámoslo con plegarias, mas no con el voto, sus insultos son más groseros que los de su supuesto jefe; compite y supera al señor Monago y a todos sus compinches valencianos.

Duro competidor o aliado les ha salido con el señor Rivera, aupado desde las testas coronadas hasta los poderes fácticos y mediáticos que se centra en ocurrencias para apartar a los mayores de cincuenta de su camino y predicando la política económica más reaccionaria del momento. Ni siquiera aportaría la promesa de la lluvia de millones que se ha anunciado el pasado consejo de ministros y que se incumplirá sin duda, porque amenaza peligrosamente el déficit público; pero su campaña esta siendo plagada de candidaturas formadas y firmadas al vuelo, hasta con notables infiltraciones de ultraderechistas confesos.

Además de los que nos llaman tontos y de los que nos amenazan con el caos, tenemos a los nuevos que nos riñen, que nos dicen las cosas a gritos, que están cabreados con el mundo, que se creen iluminados y ungidos de la verdad verdadera, que al final aún no sabemos cuál es su oferta definitiva, sus promesas y su viabilidad, las tienen para todos los gustos y bajo todos los disfraces con un camino ideológico recorrido, en pocos meses, mayor que el de un fórmula 1 desorientado.