La capacidad de asombro de los gurús de la economía mundial ante el milagro Inditex parece no tener límite. Los oráculos de Wall Street, la City o Shanghái asisten atónitos a la imparable escalada de la multinacional coruñesa, que a lo largo de estos años de recesión económica planetaria ha ido pulverizando implacablemente todas las marcas de rentabilidad, hasta lograr superar esta semana el histórico listón de los 100.000 millones de valor en la Bolsa, una exclusiva cota que comparte con las 80 firmas más valiosas del mundo. Apenas seis empresas en la zona euro compiten en valor bursátil con Inditex y solo dos en España se han acercado en el pasado a esos niveles de revalorización, Banco Santander y Telefónica, ahora por debajo de la multinacional coruñesa en el Ibex 35. Inditex no solo lidera en estos momentos la Bolsa española, sino que en estos últimos días ha abierto una considerable brecha, en torno a los 10.000 millones de euros, sobre la segunda firma en el ranking bursátil, el Santander.

Inditex ha sido en estos durísimos años la única de las grandes empresas españolas que ha conseguido sortear la crisis con continuos y espectaculares aumentos de ventas, beneficios y capitalización. Un modelo del que toman nota en las principales escuelas de negocios del mundo. El empuje de la firma de Arteixo es también indirectamente la razón del encumbramiento de Amancio Ortega como la segunda mayor fortuna personal del mundo, según reconoció Forbes recientemente.

La crisis no puede ser una excusa para no crecer, proclamó ya hace algún tiempo en la inauguración del flamante Zara de Nueva York el presidente de Inditex, Pablo Isla, el directivo que llevó a la firma coruñesa a la pole position mundial tras el relevo en la cúpula de la compañía en 2006. Esa sorprendente declaración de principios de Isla va camino de convertirse en el primer mandamiento del nuevo pensamiento económico.

Los grandes ejecutivos se afanan en medio mundo por desentrañar el secreto del éxito de Inditex, que germinó hace ya más de sesenta años en un modesto taller textil coruñés.

En ese pasado funcional se esconden algunos de los principios que han convertido a Inditex en el fenómeno que asombra al mundo de la economía. Un modelo de negocio que ofrece moda a precio asequible mediante el control integral de todo el proceso de fabricación, distribución y venta directa.

Desde el nacimiento de Zara en 1975, la empresa de Ortega ha ido creciendo sin pausa hasta convertirse en el actual gigante, pero no renunció a su filosofía fundacional: máxima competitividad a base de máximo esfuerzo.

La solidez de sus cimientos, basados en la discreción, la humildad y sobre todo la laboriosidad de hormiga, son el ejemplar contrapunto al desplome de la engreída generación de la especulación inmobiliaria y el enriquecimiento fácil que ha dejado a este país y a esta ciudad al pie de los caballos.

El éxito de Inditex es portador de unos valores que nunca faltaron en el ADN gallego, aunque pareciesen desterrados en los últimos tiempos: trabajo, tesón y compromiso con la máxima que debe regir el comportamiento de todo buen emprendedor, que no es otro que gestionar empresas con eficiencia para generar riqueza que redunde en beneficio de toda la sociedad.

El éxito de Inditex conlleva, por todo ello, valiosos elementos de reflexión para el creciente debate del empresariado de A Coruña sobre la necesidad de dotar de horizontes más amplios al agotado modelo económico de la ciudad, excesivamente dependiente del sector de servicios.

En ese proceso indispensable de regeneración económica que tanto necesita A Coruña, Inditex es un excepcional espejo en el que mirarse para emprender de una vez la salida de una crisis que, pese a una innegable mejoría económica, la ciudad no acaba de dejar atrás.