Tomás Fernandez-Couto (Ferrol, 1960), actual secretario xeral de Medio Rural, acumula veinticinco años de experiencia en la lucha contra los incendios forestales en Galicia. Es probablemente uno de los mayores expertos en la materia, reconocido como tal en toda España. Se trata de un ingeniero forestal que ha desarrollado toda su carrera, primero profesional y después política, en la Administración autonómica. Ocupó cargos relevantes, desde 1987, con todos los gobiernos, incluyendo el bipartito PSOE-BNG, que le mantuvo durante unos meses como director general de Montes. El conselleiro nacionalista Suárez Canal le tenía un gran respeto como técnico, si bien él pretendía dar un vuelco total a la política forestal, en base a una nueva estrategia que suponía una enmienda a la totalidad a lo que hasta entonces se había hecho en ese ámbito y que en gran medida fue responsabilidad directa de Fernández Couto. De ahí que prescindiera de él y lo enviara al ostracismo, como sucedió en aquella etapa con casi todos los altos funcionarios que habían servido al fraguismo.

Dicen sus allegados que el hoy viceconselleiro de Agricultura fue de los que vio venir el desastre incendiario de 2006, fruto de la funesta confluencia de una serie de factores, desde una meteorología favorable a la propagación del fuego, hasta los errores cometidos con la puesta en marcha de un nuevo dispositivo contra incendios, bienintencionado, sin duda, pero tal vez errado en el planteamiento y un tanto precipitado y accidentado en su implementación. Fernández-Couto, que en el verano de 2005 se había encargado de dar el relevo en la lucha contra el fuego a los nuevos inquilinos de San Caetano, sería también, cuatro años después, quien asumiera las riendas del asunto ante la coincidencia del traspaso de poderes del bipartito al PP a las puertas de la campaña antiincendios.

A la salida del último comité de coordinación policial contraincendios, Tomás Fernández-Couto, en caliente y con cuarenta fuegos detectados en Galicia entra la noche del lunes y la mañana del martes, denunció la existencia de una especie de ley del silencio en pueblos y aldeas que ampara a quienes prenden el fuego y los dota de una absoluta impunidad que sólo se explica por el miedo a las represalias. El encargado de las políticas rurales en el Gobierno Feijóo está convencido de la intencionalidad de prácticamente todos los incendios que se registran estos días y de que quienes apuestan por otras hipótesis únicamente pretenden desviar la atención sobre la auténtica naturaleza del problema. No cree, sin embargo, que tengamos en nuestra comunidad un mayor porcentaje de pirómanos que en otros puntos de España. En su opinión, lo que aquí abundan son los delincuentes, que actúan "para generar miedo, generar alarma" y para que se vea al país en llamas. Por algo es tan frecuente la multiplicación de fuegos en el entorno de las ciudades (los denominados por algunos expertos "incendios escaparate").

A juicio de Fernández-Couto, el problema no está en la prevención, que es incluso mejor que la de otras comunidades y cuya responsabilidad corresponde, por ley, a los ayuntamientos y los propietarios. Y mucho menos se pueden cargar las tintas en los medios de extinción, que están funcionando a pleno rendimiento y cuya eficacia se acredita con datos objetivos. Tampoco hay intenciones políticas, ni tramas organizadas. Nunca hubo indicios, y mucho menos prueba alguna, para sostener esas descabelladas teorías que, al igual que las apelaciones a causas fortuitas, para el secretario xeral de Medio Rural tan sólo pretenden desviar la atención a la hora de abordar un problema que tiene mucho que ver con la actuación criminal de gente que quiere y sabe cómo quemar el monte en una zona que conocen o dominan. Por lo visto, a base de reincidir impunemente van ganando en pericia al tiempo que en alevosía. Cada cual tendrá sus motivaciones y un saber hacer y un modus operandi propios. Su actividad coincide en el tiempo, según los investigadores, no porque se pongan de acuerdo entre ellos, sino porque todos saben cuál es mejor momento para provocar incendios voraces por las facilidades de propagación y las dificultades para apagarlos. Puede que también conozcan los puntos débiles del operativo que los combate. Por ese flanco se abren inquietantes sospechas. Bien mirado, tan o más preocupantes que la propia teoría de la omertá rural.