El Deportivo arranca esta próxima semana la temporada de Liga ante su afición con dos objetivos prioritarios: conjurar los apuros que en la pasada edición le llevaron a salvarse in extremis en los últimos minutos del campeonato y cerrar sin fisuras la fractura social que dividió Riazor el pasado curso.

Las sensaciones en estas vísperas del encuentro inaugural contra la Real Sociedad son inmensamente mejores que a estas mismas alturas de la pasada temporada, salvo por la baja del portero Fabricio, un puntal del equipo, que se perderá seguramente los dos primeros encuentros por un esguince en la rodilla. Un contratiempo de última hora que no debe afectar sobremanera a un equipo mucho más sólido y compensado, especialmente en sus líneas defensivas, que fueron el año pasado el vulnerable talón de Aquiles del club coruñés.

Las optimistas expectativas de la campaña de captación de socios Súmate á nosa paixón se han cumplido, con 23.200 socios registrados antes del primer partido, casi 2.000 más que en el ejercicio anterior, un claro indicio de que el equipo que se está confeccionando ha motivado a la afición.

Más allá de los nombres de los fichajes y a expensas de la más que probable llegada de últimos refuerzos hasta el cierre de la temporada de fichajes el 31 de agosto, especialmente en la vanguardia, la composición del equipo ha dado un giro decisivo en un aspecto clave que provocó una agria polémica al final de la temporada pasada. Los malos resultados, en especial la vergonzante derrota en Elche, que abocaron al Dépor a un final de campeonato de infarto, hicieron aflorar en el vestuario unas críticas que ya eran vox populi en las gradas del estadio.

Se insinuó entonces la falta de entrega de algunos futbolistas, más preocupados por su inmediato futuro en otros clubes que por la salvación del equipo coruñés. Las críticas venían a poner el dedo en la llaga de una inestable situación provocada por una cuestionada política de fichajes que mantenía un descompensado equipo plagado de cedidos a corto plazo, sin tiempo ni perspectiva para sentir como suya la camiseta blanquiazul.

Hay que reconocer que el club supo extraer en esta ocasión positivas lecciones de los errores del pasado verano, cuando se persiguieron ingenuamente quimeras cuyo cantado fracaso obligó a fichar tarde, mal y a rastro en la última semana. Con el consabido resultado.

Nada que ver con el responsable trabajo de esta pretemporada, en el que a buen seguro pesó también la sensatez del entrenador Víctor Sánchez del Amo, que ha sentado las bases para un núcleo duro de interesantes jugadores en propiedad con años y compromiso por delante. Una ilusionante estructura que puede permitir al Deportivo asentar un horizonte con más perspectivas que la pura y dura salvación en el ejercicio inmediato. Con la que además ha podido contar el entrenador para su trabajo desde el inicio de la pretemporada.

Esta temporada 2015-2016 que comienza el próximo sábado tiene una especial relevancia económica, especialmente para equipos como el Deportivo, lastrados por la hipoteca de una gran deuda. En el ejercicio 2016-2017 dará comienzo el nuevo sistema de negociación centralizada de los derechos televisivos que pondrá en marcha la Liga Profesional de Fútbol, con el anunciado aliciente de mayores ingresos para todos los equipos. Especialmente en el mercado internacional, prácticamente virgen hasta ahora para el fútbol español, que podría aumentar en 400 millones de euros la cifra de negocio de la Liga española.

En esta tesitura, mantener la categoría es un objetivo imprescindible para la viabilidad financiera del Deportivo, que vería aumentados sus ingresos en unos nueve millones a partir de entonces. Para hacerse una idea del impacto económico de ese nuevo modelo de financiación en las cuentas blanquiazules, basta con señalar que esa partida de ingresos a mayores sería capaz de amortizar por sí sola los deberes de la deuda. Los clubes que arranquen en Primera en estos primeros años del nuevo sistema de ingresos marcarán una decisiva barrera económica con la división de plata.

El otro frente en el que el Deportivo tiene una asignatura pendiente, la superación de la fractura social, que debilitó peligrosamente el año pasado la rocosa unidad de la ejemplar afición deportivista, parece también encaminada a la paz. El club supo reconocer sus errores y ha tendido puentes para recuperar la histórica fortaleza de Riazor. Hay gestos evidentes de haber aprendido la lección y hacer oídos sordos a interesados cantos de sirenas que solo han perjudicado al Deportivo.

El Deportivo inicia una nueva andadura en la élite del fútbol con una renovada ilusión. Sin despegar los pies del suelo y con el prioritario reto de consolidar la viabilidad del proyecto blanquiazul, esta temporada puede sentar además bases razonables para ir pensando en algo más que la mera subsistencia y devolver a la afición el sueño de un club con ADN campeón.