Aquella mañana Clara llegó al instituto dispuesta a cortar por lo sano; la tarde anterior se lo había dicho clarito a aquel pollo chulito y manipulador que llevaba semanas acosándola y amenazándola, iba a denunciarlo ya. Poco había intentado hablar con su círculo más próximo, no le hacían caso, en su casa tampoco podía intentarlo, le echarían a ella la culpa y se sentiría peor aún. No llevaba un plan pensado, no sabía por dónde empezar, el pálpito le vino de repente cuando vio llegar por el pasillo a aquella joven profesora sustituta, la conocía muy poco, pero cinco o seis clases le habían servido para confiar en ella. La abordó titubeando, casi suplicando unos minutos de su tiempo, se sentaron en una salita y allí se derrumbó, lloró, habló? aunque aquello solo sirviese para desahogarse ya habría valido la pena, la había escuchado una persona casi extraña para ella, que le prometía hacer lo posible, que le aconsejaba no venirse abajo. La inexperta profesora estaba agobiada, nunca se había visto en situación semejante, muy voluntariosa empezó a dar palos de ciego y recibió silencios y malas contestaciones en todas las puertas a las que llamó, mientras tanto siguió arropando a Clara y dándole esperanzas. Un par de semanas después recibió instrucciones para trasladarse a otro centro a 80 kms de distancia. No supo más.

El autobús escolar que usaban Beatriz y sus compañeros para ir al instituto ya no llevaba acompañante adulto, ya eran mayorcitos; pero para ella era el peor trago del día, tenía que soportar, día sí y día también, los comentarios machistas de un conductor viejo verde que apestaba a coñá. Los muchachos reían la gracia o miraban para otro lado, las compañeras se solidarizaban con la mirada, pero no se enfrentaban con aquel energúmeno, el tipo podía reaccionar mucho peor ante una denuncia y su palabra tendría más crédito. Culpable y víctimas siguen existiendo.

A Chema lo más delicado que le dedicaban era llamarle "rarito", nadie lo cuestionaba nunca, era el objeto de todas las macabradas imaginables en persona, en los móviles y en la red. Su persecución dentro y fuera de los diferentes centros educativos por los que peregrinó era conocida y silenciada. Los encargados, no ya de detectarla, sino de impedirla siempre fueron expertos en silbar por los pasillos, nadie estaba dispuesto a meterse en más jardines sin el apoyo de las administraciones y autoridades competentes.

Clara, Beatriz o Chema nunca han tenido oportunidad para acudir a las autoridades responsables, ni al cuartel de la benemérita, ni a la comisaría de su barrio? solo les queda la defensa personal y buscar la solidaridad para que la igualdad de derechos salga a la luz.

Hay muchas ocasiones para que el Ministerio del Interior salga al exterior y su jefe, el señor Rato, ¿o era el señor Fernández Díaz? ya no recuerdo con tanto lío, se preocupen de algo más que de la ley mordaza y se fijen más en su defensa personal, falta les hará. Espero.