Último artículo de agosto, en este día 29 que comienza el fin de semana inmediatamente anterior al inicio del mes noveno del año, septiembre. Una nueva oportunidad para la lírica en un día, como todos, irrepetible y único por definición. Se nos va agosto y, con él, una parte de nosotros, de todos los que habitamos este superpoblado planeta. Recojamos lo bueno que en él nos haya pasado y, con escaso equipaje, miremos para septiembre con la ilusión de quien otea el futuro, incierto pero siempre retador.

Y de las cosas que nos ha dejado este mes saliente, un impresionante y quizá extemporáneo repunte en las precipitaciones. El desastre perfecto para quien se haya acercado a nosotros con la sana intención de unos días de solaz o, sobre todo, de sol y playa. De quien base en el verano la posibilidad de supervivencia o recogida de resultados para un negocio de corte estacional. O para quien, autóctono o morador en estos pagos, haya pretendido disfrutar unas vacaciones no pasadas por agua. Ha llovido y llueve, sí, y aunque la previsión para el fin de semana es que el tiempo venga más soleado, las precipitaciones han dado poca tregua en estos días. Tanto, que el pasado miércoles, nos cuentan, fue la jornada más lluviosa de estos últimos dos años. Ni más, ni menos. O la jornada de agosto más lluviosa desde que comenzó el nuevo milenio. Definitivamente, días pasados por agua.

Con todo, ahora voy yo al título de mi artículo de hoy: Mejora el tiempo. Y no porque vaya a hacer sol durante el fin de semana, que parece que sí. No, no. El título, a toro pasado, se refiere a esta beatífica lluvia. En un contexto en el que la cosecha de patata experimentó un dramático treinta por ciento de pérdidas por la sequía, o en el que el maíz de nuestros campos sigue más bien raquítico, es importante que llueva. No que se moje la tierra, sino que llueva en profundidad. Y eso nos ha pasado estos días. Por tanto, visto con ojos de sostenibilidad y mantenimiento del ciclo natural del agua, en una comunidad en la que todo es prácticamente secano, ya que se usan muy poco los sistemas artificiales de riego, esta lluvia ha sido y es un motivo para la alegría. Gracias a este agua se podrán corregir algunos de los problemas generados en meses anteriores, con tan poca agua. Pero aún falta mucha más lluvia.

No olviden que estos días, aún, estábamos -y quizá sigamos estándolo, si la Xunta no se ha pronunciado en sentido contrario- en una situación de alerta técnica por escasez de precipitaciones. Nuestros embalses necesitarán recuperarse de más de dos meses y medio de escasez, y el verde característico de nuestra Galicia volver a su esplendor. Nos hacía falta este agua. Porque el agua es vida y, sin ella, aspectos muy cotidianos y casi automáticos de nuestra existencia se vuelven mucho más complejos.

Les he hablado en diferentes ocasiones de los rompederos de cabeza que significa el agua para muchísimas comunidades humanas, que habitan en lugares con mucho más escasas o casi nulas precipitaciones. El agua es uno de los pilares para la salubridad, y ninguno de nosotros resiste demasiado sin probar gota del líquido elemento. Hablar del agua es hablar de higiene y de hábitos saludables. Y, sin agua, nada vive. Recuerdo algún lugar donde sólo pude consumir, durante semanas, algún refresco embotellado. El agua era tan escasa y tan poco segura en términos bacteriológicos, que no cabía otra para el técnico que estaba allí un tiempo limitado. Evidentemente el gran problema está en el que vive allí siempre, porque ese remedo de solución temporal sólo es posible cuando uno está de paso y tiene capacidad de organizarse algo de logística a medio plazo. Para los demás, o agua insegura, cuando la hay, o poco más... Así pasan las cosas que pasan, y que podrían solucionarse con más y mejor agua.

Con todo, me preocupa verles tristones porque haya llovido o haga mal tiempo. Repito que les entiendo y me entusiasma como al que más la playa. Pero, ¿han probado a bañarse en el mar en un día lluvioso? ¡Es mágico! Y notarán el agua más caliente, porque lo que ustedes detectan son diferencias de temperatura, y no temperaturas absolutas. Recuerden aquel experimento de las tres cubetas, con agua fría, caliente y templada, y cómo es posible detectar frío y calor, al mismo tiempo, en función del histórico de temperaturas al que hayamos sometido a nuestro cuerpo.

Además, les invito a que retiren de su vocabulario la expresión "día tristón". Todos los días son alegres, y encima de las nubes, siempre luce un sol mágico. Las nubes, y sus precipitaciones, son siempre un regalo que nos permite no tener que preocuparnos siquiera por aquello de almacenar agua. La tenemos, a raudales y bien segura y rica. Y tener eso y un sol permanente y perpetuo es, cuando menos, absolutamente incompatible.

Mejora el tiempo. O sea, llueve. Y si septiembre, como en los últimos años, viene maravilloso y soleado, fantástico. Pero si no, si nos sigue trayendo maravillosa lluvia, bien también. La lluvia es mágica, porque es el pasaporte al Arco Iris. No se consuela el que no quiere. Para mí, si hace buen tiempo, es una buena noticia. Y, si hace mal tiempo, también lo es. Al fin y al cabo, sincérense ustedes y pongan al mal tiempo buena cara. Que parece que hubieran vivido ustedes toda su vida en el Caribe...