La nueva generación de jóvenes ganaderos que se está haciendo cargo de muchas explotaciones lecheras gallegas, de las que van salvando en las sucesivas reconversiones forzosas, ya no se siente representada por los sindicatos agrarios tradicionales. La tractorada de Lugo puso en evidencia casi desde el primer día que esa gente no quiere intermediarios ajenos al propio sector. Reivindicación de una voz propia, sin intermediarios. No desean que nadie hable por ellos y mucho menos que la interlocución con las administraciones públicas, con la industria o con la distribución, la asuman los sindicalistas profesionales a sueldo de unas organizaciones que están condicionadas por planteamientos ideológicos o por vinculaciones partidistas y que por tanto, por muy bien que conozca la problemática de la leche, no se juegan personalmente su pan y el de sus hijos.

A Xóvenes Agricultores, Unións Agrarias y Sindicato Labrego Galego, al igual que a la Federación Rural Galega (Fruga), especialmente implantada en Lugo, el movimiento autogestionario de los ganaderos no adscritos parece haberles cogido con el pie cambiado. Y eso que ya en las polémicas tractoradas de 2009, una considerable proporción de ganaderos afectados, como ahora, por una bajada de precios en origen, se desmarcó de las llamadas centrales sindicales agrarias. Es más, sus responsables consideraban inoportuna la movilización liderada entonces por la plataforma Ganaderos Unidos, en tanto en cuanto reabría una batalla que el sindicalismo pretendía dar por cerrada tras haber alcanzado determinados acuerdos con el Ministerio de Agricultura.

No solo porque tienen cada vez menos afiliados que representar, las cúpulas sindicales reconocen esa pérdida de protagonismo, no tanto en la presencia mediática o institucional como en la dinámica de las asambleas de ganaderos, junto a la muralla luguesa o en la explanada de Salgueiriños o frente a San Caetano, en Santiago. En todos esos casos están emergiendo nuevos liderazgos, aparentemente más espontáneos, y a la vez efímeros. Los asumen a título personal individuos, algunos muy jóvenes, a los que no se conocen etiquetas previas, ni vinculación con sigla alguna, ni afán de protagonismo, ni deseo de permanecer en unas responsabilidades que asumen porque suscitan la confianza de quienes padecen sus mismos problemas.

Con el paso de los días y la evolución de las tractoradas en marcha, ya se empieza a hablar de una suerte de marea ganadera gallega, o incluso de una especie de un 15-M rural. Es un movimiento asambleario en su origen y en su vocación organizativa. Por su carácter abierto, transversal y su actitud un tanto anárquica, resulta incontrolable para los sindicatos y para los partidos políticos. Unos y otros recelan de él. También a los "viejos" líderes agrarios les descoloca la utilización de las nuevas herramientas tecnológicas de última generación, como las redes sociales y la mensajería telefónica instantánea, conviviendo con el megáfono a la hora de discutir y tomar decisiones en el propio marco de una asamblea convencional.

A la vista de cómo van evolucionando los acontecimientos, no es descartable que de las actuales movilizaciones surja una nueva organización agraria de base totalmente profesional, sin "aparato" ni "liberados", con vocación de defender no solo al sector lácteo, sino también a la ganadería de carne, a los agricultores y en general los intereses del medio rural. Tal vez Unións Agrarias, Asaja, el SLG o la Fruga, por la cuenta que les tiene, tengan que dar continuidad al frente común en el que de algún modo están ahora embarcados -con el apoyo tácito de la actual "casta" política- para tratar de conservar un mínimo de representatividad en el agro gallego. Lo seguro es que contarán con el pleno respaldo de sus hermanos mayores, los principales sindicatos de clase. A todos les va en ello la supervivencia.