La intensa actividad política de nuestro alcalde le priva de tiempo a la dedicación exclusiva que exige gestionar los problemas cotidianos de La Coruña. También a ordenar el ayuntamiento; a procurar que sus colaboradores conformen un equipo rector eficaz, no un conglomerado de personajes con instrumentos de poder; y evitar que crezca, en el vecindario, la impresión de que han asumido responsabilidades que les son ajenas. No basta con llenar las tribunas del hemiciclo municipal, ni pretender establecer "procesos" de participación vecinal en lugar de potenciar las asociaciones de vecinos, solapadas con la creación de distritos y "comités" de barrio. Existe el temor a que estos "procesos" sean similares a los implantados en países antillanos y del Arauca vibrador, en los que el verbo "participar" esconde la búsqueda de prosélitos, amén de lograr información directa de los aconteceres barriales, sabedores, además, de que el protagonismo ciudadano tendrá pocas perspectivas. No hay ninguna diferencia en el empeño. La decisión final de las bases, como hemos visto en Podemos, corresponde a la cúpula central, cuyo pensamiento gregario les impide dar explicaciones. En algunos asuntos de la política populista, sucede como con el paté: para extenderlo sobre la galleta, hay que saber untarlo. El uso de los resortes del poder en beneficio propio o de la tribu es engañarse a sí mismo. Sería un fracaso que del "pásalo" hubiese que pasar al "no te pases".

Otrosidigo

La ministra de Fomento, en su reunión coruñesa con el alcalde Xulio Ferreiro, se interesó por el proyecto de "humanizar" la avenida de Alfonso Molina, la intermodal y la venta de los muelles portuarios. Las obras de la Marina y colaterales han pasado a ser un tema delusorio, como el plan Busquets sobre la fachada marítima o el de Zaera, relativo a las terrazas de María Pita. Lo real es que, pasadas las elecciones generales, sean cuales fueran los resultados, es probable que el Ministerio de Fomento pase a otras manos? y vuelta a empezar.