Acaba de firmarse, querida Laila, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) en el que 12 países de Asia, América y Oceanía, liderados por EEUU, asumen un tratado de libre comercio que fortalece el poder económico y político de las grandes corporaciones y embrida y subyuga el poder político de los estados y su capacidad democrática para decidir. Este tratado culmina unas negociaciones prácticamente secretas que realmente se iniciaron en 2008 con la participación de los EEUU. Este acuerdo se considera complementario del que se está negociando, también en secreto, entre EEUU y Europa, denominado Asociación Trasatlántica para el Comercio y la Inversión (TTPI) y que tiene similares objetivos y contenidos que el del Pacífico. De las negociaciones del TTPI se filtró un borrador en 2014 que encendió las señales de alarma en algún sector de la opinión pública europea al conocerse algo de lo que se tramaba en las cien mesas de una negociación prácticamente clandestina. Nos enteramos, por ejemplo, de que no se permitiría a los gobiernos nacionales legislar sobre sectores estratégicos como la banca, las telecomunicaciones o los seguros; que, en caso de conflicto de un Gobierno con alguna gran corporación, no sería la Justicia que decidiera sino un organismo privado de evidente obediencia; que habría libre circulación de capitales pero no de trabajadores; que además de eliminar aranceles se reducirían o eliminarían normas legales o constitucionales que las grandes corporaciones entendieran como obstáculos a la libertad de mercado que sería la libertad suprema y fundamental; que las corporaciones que sientan que las leyes de un Estado obstaculizan de alguna forma el comercio o el acceso al mercado puedan litigar contra las leyes de ese Estado y resuelva la citada estructura privada de arbitrio como único mecanismo de resolución del conflicto. Y así un rosario de disposiciones que en la práctica convertirán a los gobiernos nacionales en meras gestorías administrativas de las decisiones de las grandes corporaciones económicas y financieras del mundo.

Tras la filtración de todo esto, la UE hizo dos cosas: activar un programa de consultas solo sobre algunas cláusulas a ciudadanos interesados y procurar que estos interesados fuesen los menos posibles volviendo a extender el manto del secretismo sobre las negociaciones y sus contenidos. En estos momentos, querida amiga, parece que las negociaciones están en dificultades y ya no es seguro que puedan concluirse en 2015 como estaba previsto, pero no dudes de que el proceso continúa y cualquier día, sin que nadie tenga ni puta idea de lo que se trata, puede aparecer el Consejo de Ministros de la UE dando luz verde al engendro.

Es la globalización real y efectiva de los mercados y la reducción de la democracia a un sistema de funcionamiento interno de las tribus para contener y canalizar aspiraciones incómodas de las personas que, en cuanto se reúnen para pensar y decidir, son consideradas masas amorfas en rebeldía contra el orden global establecido.

Y en esta España tan celosa de su soberanía nacional ni el Gobierno, ni la oposición, ni los partidos, ni siquiera los medios de comunicación, tan atentos a otros dimes y diretes, nos están contando nada de lo que puede condenar nuestras vidas a la condición de verdaderos siervos, siervos de la gleba o de la pena.

Decía lúcidamente EL ROTO que "la democracia no funciona sin un poquito de dictadura", pero es igual de cierto que la dictadura de los mercados no funciona sin un poquito de democracia, pero muy poquita y solo allá en la tribu. Y ahora, querida, estas navidades, maldita sea, iremos a votar.

Un beso.

Andrés