Muchos en el Pesedegá lo tienen claro. En política casi nada sale gratis. No fue Besteiro, fue más bien Pedro Sánchez el que decidió dar un golpe de mano contra el pachismo aprovechando la confección de las candidaturas ourensanas de los socialistas para las elecciones generales del 20 de diciembre. En el cuartel general de Ferraz llevaban tiempo esperando la ocasión de ajustar cuentas con el aparato del PSOE en esa provincia, tanto por su apoyo a Eduardo Madina en las primarias de julio de 2014, como también por el permanente desafío a la línea oficialista de las actuales direcciones federal y gallega.

De haberse impuesto Madina a Sánchez, Laura Seara estaba llamada a ser algo parecido a lo que fue José Blanco con Zapatero, si no su mano derecha, al menos una de las piezas clave del poder orgánico del PSOE. Aquella fue una campaña a cara de perro, en la que no faltaron golpes bajos, de algunos de los cuales el nuevo secretario general siempre responsabilizó directamente a la todavía diputada ourensana y a su entorno personal y familiar. Se la tenían jurada y les faltó tiempo para pasar la correspondiente factura. También pudieron pesar lo suyo los agravios a los que Seara y compañía sometieron a determinados sectores en las bases socialistas de Ourense, que no les bailaban el agua, cuando manejan el partido con mano de hierro.

A Besteiro tampoco le faltaban motivos para intentar erosionar en lo posible la estructura que a Pachi Vázquez le permitía hasta ayer mantener un último reducto del que fue su considerable poder interno cuando lideraba el Pesedegá, tras la liquidación de Emilio Pérez Touriño. El pachismo le dio serios dolores de cabeza a don José Ramón desde el minuto uno, a partir de los pulsos que le planteó en el gobierno municipal de la ciudad de Ourense, en las candidaturas para las municipales, conspirando en el seno del grupo parlamentario socialista y en la mismísima designación del propio Besteiro para sanador por la comunidad autónoma. La relación de agravios es prolija.

No sólo en Ourense hay quien se siente agraviado porque la ejecutiva gallega y el comité federal de listas no respetó rigurosamente las preferencias expresadas por las bases en los correspondientes procesos de primarias. También en la provincia de A Coruña, tanto en la capital como sobre todo en Ferrolterra, la cúpula regional consiguió que Sánchez diera por buenos algunos cambiazos, en aras de la renovación de caras y carteles en sentido estricto. Lo que parece fuera de discusión es que la secretaria de organización del Pesedegá, Pilar Cancela, tenía todo el derecho a encabezar la candidatura coruñesa al Congreso. De hecho, los de Pachi Vázquez hicieron algo parecido en su día con el antecesor de Cancela, Pablo García.

El nuevo hombre fuerte del besteirismo en Ourense, Alfredo García, presidente de la Fegamp y alcalde de O Barco, fue uno de los encargados de justificar estas maniobras, con un argumento claro y contundente: a quien tienen que gustar las listas es a la ciudadanía, no a la militancia y el electorado suele agradecer con sus votos la renovación así como la incorporación a la vida pública de gente de prestigio sin vinculación partidista. Le faltó decir que el continuismo puro y duro solamente se justifica -y hasta cierto punto- cuando se obtienen buenos resultados. Lo injustificable es persistir en el error, esto es, apostar por caballos reiteradamente perdedores.