Dos de los grandes perdedores de las elecciones municipales de mayo en la provincia de A Coruña dan un paso atrás. El exalcalde herculino, Carlos Negreira, y el de Santiago, Agustín Hernández, se han autodescartado como posibles candidatos del Partido Popular para el 20-D. Ambos dicen tener la intención de centrarse en las labores de jefes de la oposición y en sus escaños de diputados provinciales, amén de los cometidos orgánicos que vayan a asumir tras los próximos congresos locales, provinciales y regionales del año que viene. Otro de los derrotados locales, el ferrolano José Manuel Rey Varela, acaba de ser premiado con una consellería estrella y la coordinación de la campaña electoral, por lo que también se queda al margen de las disputas por las listas.

A pesar de lo avanzada que está la cuenta atrás hacia las urnas de diciembre, en el Pepedegá no se aprecian desde fuera movimientos significativos y ni siquiera parece haber prisa alguna por concretar las candidaturas. Los de Núñez Feijóo se lo toman con mucha calma, en la misma línea de tranquilidad que se aprecia en la madrileña calle Génova, donde ni siquiera han trascendido las intenciones de Mariano Rajoy en cuanto a contar o no con las piezas clave de su equipo de confianza como cabeceras de cartel. Todo son incógnitas, excepto en los casos de veteranos diputados y senadores que se despidieron de sus compañeros de hemiciclo, porque ya saben desde hace semanas que no repetirán.

Renovación. Esa es la palabra en la que se sustancia toda la estrategia electoral de los populares gallegos para el ciclo electoral que concluirá en otoño de 2016 con las autonómicas. Caras nuevas, nuevos mensajes y actitudes renovadas a la hora de encarar la actividad política sea como gobierno o como oposición. La confección de las listas para el 20-D dará la medida de hasta qué punto va en serio esa idea de renovación que como un mantra estratégico repiten Feijóo, Rueda y compañía. Cabe la posibilidad de que más de uno de los futuros diputados del PP por Galicia todavía no haya recibido formalmente la oferta para figurar en las candidaturas de la gaviota. Al parecer, se están barajando independientes en alguna de las provincias, y gente joven que por razones generacionales conecte con esa vaga idea de la nueva política.

Lo que todos dan por sentado es que Feijóo se va a emplear a fondo, y sin reservas, en la campaña electoral para que los resultados en la comunidad gallega sean de los mejores del PP en toda España. Se trata de no fallarle al gallego Rajoy en su propia tierra, uno de los feudos tradicionales del centro derecha, y a la vez de posicionar a Galicia para el día después, tanto si el partido salva los muebles y conserva La Moncloa, como, sobre todo, si se pone en marcha el proceso de sucesión de Mariano. Y en ese caso, dicen los suyos, don Alberto no está pensado para nada en él y en su futuro, sino en la estructura gallega del partido que un día fundara Manuel Fraga.

Solo hay que ver la agenda del presidente de la Xunta y de los conselleiros estos días para darse cuenta de que el Pepedegá y el Ejecutivo gallego están en campaña, en perfecta coordinación con el Gobierno de Madrid, en un planteamiento de claras sinergias entre lo institucional y lo partidista. Algo tiene que ver en ello el agradecimiento de los actuales gobernantes de San Caetano hacia Rajoy, Ana Pastor y los otros ministros -no todos desde luego- que dispensaron a Galicia un trato preferente, por encima del que le correspondía tanto por su peso demográfico y económico, como por el puramente político. Lo que se dice una discriminación positiva, que tantos recelos y descontentos levantó en otras comunidades.