El alcalde de Becerreá está cumpliendo su amenaza. Por tres veces, votó con el Partido Popular en la Diputación luguesa para perjudicar al Benegá, al que considera una secta, con todas las letras, por haberle vetado primero como presidente y después como miembro de la junta de gobierno. Y piensa seguir haciéndolo en adelante, por pura coherencia con lo que defiende en los plenos y en las reuniones de coordinación de los diputados del PSOE. Él no engaña a nadie. Reconoce que su actitud pone en entredicho la estabilidad del bipartito y con ello carga de razón a los populares cuando denuncian que la situación que se vive en el Pazo de San Marcos es disparatada y perjudica seriamente los intereses de la provincia, sobre todo a los habitantes del rural y de pequeños concellos.

Manuel Martínez es un verso suelto. Se considera a sí mismo un díscolo, pero no un tránsfuga. Al menos de momento, forma parte del grupo provincial socialista y no tiene, eso dice él, la más mínima intención de abandonar el partido en el que milita desde hace muchos años. No descarta que acaben expulsándolo por su indisciplina, aunque antes tendrán que abrir en serio un expediente disciplinario en el que sus superiores orgánicos habrán de oírle, porque, llegado el momento, cree tener mucho que decir en su defensa y no pocas cosas que echar en cara a quienes se atrevan a señalarle la puerta de salida.

La última de Martínez ha sido privar al Bloque de media dedicación exclusiva y varios asesores, al no votar con sus compañeros de filas, sino con la oposición popular, en el pleno de organización. La propuesta que el PSOE y los nacionalistas pusieron sobre la mesa era la misma de 2011, aprobada en su día por unanimidad, pero esta vez al PP no le pareció justa y, gracias al diputado socialista rebelde, forzó una revisión a la baja en perjuicio del Benegá. Solo su vicepresidente cobrará un sueldo de las arcas provinciales y encima el grupo nacionalista no podrá disponer del personal eventual de apoyo con el que pretendía contar. Se ve que al alcalde de Becerreá le parecía excesivo, o al menos desproporcionado, lo que se le iba a asignar a quienes no considera ni socios ni compañeros de gobierno a los que se deba lealtad.

El Pepedegá y su portavoz, la efímera presidenta Elena Candia, estaban convencidos de que Martínez se plegaría a apoyar la moción de censura solo si le compensaba personal y políticamente y tenían claro que, si sus condiciones se incumplían, ocasionaría a sus todavía compañeros de partido permanentes dolores de cabeza, como así está siendo. Aún así, reconocen en petit comité que nunca creyeron que llegaría tan lejos, ni se lo pondría a ellos tan fácil, facilitándoles la tarea opositora hasta el punto de propiciar, por momentos, un gobierno alternativo. Lo que descartan por completo es que el regidor de Becerreá vaya un poco más allá, se convierta en un tránsfuga y se preste a apoyar una eventual contra-moción de censura.

Martínez tiene convocada para los próximos días una rueda de prensa, que levanta la lógica inquietud en la cúpula socialista, en Santiago y en Lugo. Besteiro tiene sobrados motivos para estar preocupado, por lo que le está creciendo este enano en un momento tan delicado para don José Ramón. En esa comparecencia el indócil diputado piensa desvelar las interioridades de las negociaciones del acuerdo que permitió a PSOE y Benegá recuperar la presidencia de la Diputación. La intención es dejar claro que, en lo que a él toca, los socialistas no han cumplido lo pactado, que le engañaron y que nuevamente aceptan lo que considera chantajes del nacionalismo, bajándose los pantalones. O sea, que los malos de la película son sus correligionarios y los aliados con los que gobiernan la corporación provincial de Lugo. Que él no es el burlador, sino el burlado. Y la gran víctima de un despropósito político.