Son tantos los aspectos a valorar económicamente -precio del crudo en ese momento, los impuestos centrales y autonómicos, coste del refino, el transporte, los márgenes para las gasolineras, etc.- en cada litro de combustible, y tantos los miles de litros vendidos, que un céntimo por aquí y otro por allá hacen que un pelín más o menos en el precio final suponga un ahorro o un gasto considerable. Tengo como éxito que recientemente -hablo de principios de septiembre- pagué el litro de gasoil a 0,91 euros en la gasolinera low cost de una cooperativa agropecuaria de Binéfar (Huesca) lindando con Lérida. No la busqué a propósito, sino que me habían hablado de ella dado que tenía que circular por allí y aproveché para repostar. Algo hemos mejorado de los tiempos del monopolio, pero aún se echa en falta una real y auténtica competencia. Hace poco los jueces admitieron dos querellas contra petroleras de aquí por indicios de supuestos pactos de precios, y antes cayeron multas por valor de 32,4 millones de euros a las sorprendidas en esos fraudes. Ya vemos que hay márgenes para bajar precios. Si unas gasolineras pueden bajar precios, ¿por qué no otras? Bienvenida sea una auténtica competencia.