Conseguir al menos la mitad más uno de los veintitrés diputados que Galicia elegirá el 20 de diciembre. Ese es el ambicioso objetivo que se marcan Feijóo y los suyos. Lo consideran perfectamente alcanzable, a pesar de los pesares, en unas elecciones generales en las que el Pepedegá quiere contribuir como el que más a la reelección del gallego Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. En 2011, la comunidad gallega aportó quince actas al gran triunfo del Partido Popular. Eran buenos tiempos para la lírica. Por entonces el viento soplaba muy a favor, dado el brutal desgaste de la marca PSOE tras la etapa Zapatero, y porque, a diferencia de lo que ahora sucede, el bipartidismo no estaba para nada en tela de juicio. Todo lo contrario, la ciudadanía estaba muy polarizada. Y no había fuerzas nacionales emergentes.

El optimismo no ha hecho más que crecer últimamente en la cúpula del PP galaico. Sus competidores se lo están poniendo fácil. Los socialistas están envueltos en una crisis recurrente y multifocal, con su discutido líder, Gómez Besteiro, en horas bajas y con la espada de Damocles de una imputación judicial sobre su cabeza, y la militancia, por esas mismas razones, desmotivada y dividida. Aunque tras las municipales, y gracias a las alianzas con el BNG, el PSOE consiguió la presidencia de tres diputaciones, de la Fegamp y una cómoda posición de bisagra en algunas de las grandes ciudades, Pedro Sánchez no tiene aún el tirón electoral de ninguno de sus antecesores.

También beneficia, al menos de forma indirecta, al PP que finalmente no haya una gran Marea gallega, sino dos candidaturas nacionalistas y rupturistas a la izquierda del PSOE, de un lado la promovida por el Bloque y de otro la coalición de Anova, Esquerda Unida y Podemos. La división de esa franja del electorado penalizará a unos y otros por los conocidos efectos de la actual ley electoral y de la regla D´Hont, que tiende a primar a los dos grandes partidos, especialmente en las circunscripciones pequeñas, esto es, en Lugo y Ourense.

A diferencia de lo que sucede en otras comunidades, a quien no temen por ahora los de Feijóo es a Ciudadanos. No creen que en Galicia les sirva de nada el gran tirón mediático de Albert Rivera. Sería un auténtico milagro que lograran aquí algún escaño el 20-D y menos aún a costa del PP. Los expertos que se mueven en el entorno de Don Alberto le dicen que C´s puede arrebatar, si acaso, más votos en el territorio gallego al PSOE que al PP al presentarse como una fuerza de centro progresista y liberal, y no existir aquí la tensión secesionista o separatista de Cataluña o de Euzkadi, ni tampoco conflicto lingüístico o cultural.

En el Pepedegá creen que el gobierno Rajoy está mejor visto en Galicia que en muchos otros lugares de España. Y no solo porque el inquilino de La Moncla sea y ejerza de gallego, sino porque la administración central en estos años discriminó positivamente a nuestra comunidad, sobre todo en el ámbito de las infraestructuras, gracias en buena parte al compromiso de la ministra de Fomento, la pontevedresa de adopción Ana Pastor. Que se lo pregunten a los nacionalistas catalanes, sin ir más lejos, en el asunto del AVE, o a otros gobiernos autonómicos socialistas. En el propio PP no faltó quien se quejara de eso mismo, considerando tal esfuerzo inversor un despilfarro tanto económico como incluso político. Al fin, Galicia pesa poco electoralmente.