Enfrascados en las elecciones, los políticos pierden el oremus. No será extraño contemplar personajes genuinos que comenzarán su campaña proselitista haciendo locuras y terminarán por hacer tonterías. Los mensajes electorales, como los de Fomento, son recetas de distracción mientras nuestro Ayuntamiento nos cuela la alteración del IBI, en vísperas de una revisión general del catastro, que producirá efectos no esperados. En Pontevedra, la titular de la Diputación, doña Carmela Silva, contumaz en su praxis política, critica al caciquismo de su antecesor, don Rafael Louzán, -colocado recientemente en una sinecura del PP- a la vez que hace un brindis al amiguismo con 1.514 nuevas plazas a proveer, en los municipios pontevedreses; así entiende la necesidad de achicar las nóminas de la Administración. En La Coruña, don Xulio nos baja el precio del agua, que el bipartito -Losada- Tello- había incrementado en proporción geométrica. En aquel periodo, Losada adjudicó obras por un valor de 60 millones de euros, sin mediar concurso, de forma directa o a través de procedimiento negociado. Como habíamos señalado, el alcalde coruñés que contempla como una de sus ideas estrella "humanizar" la avenida de Alfonso Molina, claudica ante los pretextos habituales de Fomento. Nada extrañe que le apliquen la misma receta que los socialistas doña Magdalena Álvarez y don José Blanco impusieron al PP local. Don José, "el gran benefactor" de Galicia según decían en Santiago fue, al parecer, precursor de encuentros en las estaciones de servicio; ahora los practican sus coterráneos políticos. Nuestra ciudad, la segunda ciudad gallega con mayor presión fiscal, acentúa sus impuestos sobre las empresas portuarias, en tanto Feijóo ofrece suelo industrial libre, para evitar el éxodo empresarial al país vecino. Como se observa, cada uno va a su bola. Necesitamos buenos políticos que, llegados al poder, encaucen la energía de su voluntad, se abstengan de alterar el pasado y no hacer de la política causa de instigación social. Se evitarán conflictos innecesarios y no se atentará contra las razones éticas del ciudadano.

Otrosidigo

Debe resolverse cuanto antes el contencioso Ayuntamiento-Autoridad Portuaria. Una ciudad tan dependiente de la actividad marítima no puede funcionar enfrascada en litigios inútiles. Todas las energías municipales y portuarias debieran dirigirse a la construcción de una estación marítima, de la que carece La Coruña.