L o tremendo tras la masacre de París es la inseguridad. El que eso podría haberme pasado a mí, pues es uno de los efectos que provoca el terrorismo: asustar a la población, la aprensión de no estar seguro en la calle, ni en un bar o en una sala de fiestas. Y peor si se trata de aglomeraciones y espectáculos multitudinarios. Al igual que se suprimieron el martes 17 de noviembre los partidos internacionales de fútbol en Bruselas y Hannover, por esa misma razón yo no iría al Barça-Real Madrid. Es una ocasión óptima para que estos chalados quieran hacer otra de las suyas. Me quedaría más seguro en casita viéndolo por TV. Miedo e inseguridad en los viajes, sean en tren o en avión. Mucho cachear a las personas, mucho arco detector de valijas de los pasajeros, y luego resulta que posiblemente -aún está por comprobar- la bomba que hizo estallar el avión ruso que volvía con turistas de Egipto tuvo que ser introducida por algún operario, corrompido por ideas yihadistas, del propio aeropuerto. Hasta que la propia sociedad musulmana no extirpe a esos descerebrados vamos a tener que vivir con la carga de la inseguridad que genera ese terrorismo.