Solo quien desafía la tormenta puede encontrar un puerto de abrigo. Durante siglos, por este puerto han desembarcado sales, ideas, caballas, versos y especias. El puerto está estrechamente ligado a la concesión del título de ciudad y una de las teorías lo vincula al origen de la bandera de Galicia que guardaban los emigrantes en la retina. Los coruñeses somos gente de mar, marinera, no hay quien pueda. Cada invasión, cada naufragio, cada defensa constituyen nuestra enseña. Por esta ribera se pasea al tiempo que se surfea y en los mentideros se conversa sobre lubinas o centollas con pasión y entendimiento. El coruñés desentraña el cielo como si fuera a zarpar mañana.

Nada de lo que suceda en nuestros muelles nos es ajeno y mucho menos su posible venta, como se deduce del convenio sellado en 2004 para financiar una tercera parte del Puerto Exterior. Venderlos cómo, a quién y para qué. Una operación inmobiliaria acordada en plena época del "pelotazo", que contemplaba pisos de nueve alturas en primera línea de costa, ya es sospechosa en sí misma y tiene que ser obligatoriamente revisada a día de hoy. Este tipo de tratos lo mismo servían para un puerto que para un club de fútbol o un país. El resultado de aquello ya lo conocemos todos, aún lo pagamos y lo sufrimos, y puede que la hipoteca se prolongue un par de generaciones. Aquel Prestige financiero también se llevó nuestras cajas de ahorro con la complicidad política y mediática y la complacencia civil. Quizá por ello la justicia estan benevolente.

El Estado debe hacerse cargo en su totalidad del Puerto Exterior de A Coruña, como lo hace con las demás infraestructuras portuarias, so pena de caer en un agravio comparativo inexplicable con A Coruña, empezando por la propia Autoridad Portuaria. Además, con la venta de los muelles -por Calvo Sotelo, Batería y el Hotel Finisterre se prevé obtener 25 millones de euros- no pagamos ni la conexión ferroviaria de una infraestructura que puede disparar su coste económico a los 1.000 millones. Miremos al futuro con coherencia y sentido común. La liberación de los muelles constituye unaoportunidad de oro para repensar la ciudad y diseñar la Coruña del futuro a partir de una espectacular fachada marítima. Podemos hacer una maravilla. Tenemos talento, Universidad, Facultad de Arquitectura, gente joven y experta necesitada de nuevos desafíos, empresarios comprometidos con esta península, que la aman y la sienten. Ése es el reto, en mi humilde opinión.