Podría ser que el hijo de Rajoy le hubiese devuelto cariñosamente la colleja a su padre diciéndole algo, como sin querer, y en privado:

Venga viejo, que esto te supera, yo sé de lo que hablo y tú te has quedado en Windows XP, no te metas en charcos de los que no puedas salir, papá, que esto de la colleja ha quedado feo, y lo sabes, que te van a sacar punta hasta en las teles esas que miras de reojo porque te da la urticaria.

Se cuenta que un fin de semana en el que el debate electoral estaba pendiente en cualquier cadena, que La Moncloa se había quedado sin servicios de televisión, de pago, de cable, de parabólica o de dónde rayos viniese la señal del fútbol.

El inquilino del palacio sufre un ataque de ansiedad porque la dosis de cuatro o cinco partidos cada fin de semana es la necesaria para atender los otros cinco días y medio a los asuntos del gobierno del país, haga falta o no.

En plena crisis, el presidente saca de agenda, no se fía de lo que puede estar sucediendo con los móviles, y marca el número que sus ministros le habían dejado para conectar con el CNI en momentos de crisis.

Después de una breve conversación con el responsable del turno de fin de semana, hay que tener mala suerte, consigue que todos nuestros espías de guardia, ese viernes por la tarde, se movilizasen para localizar, neutralizar a los autores del sabotaje; el inquilino sigue pensando en el enemigo interior como culpable del delito de lesa patria, pero no descarta que la CÍA ande detrás del desaguisado. De suerte que los efectivos se incorporan, incluso los que están de vacaciones, baja laboral o permiso por paternidad, a las tareas encomendadas desde la presidencia del gobierno. Por supuesto que todas las faenas asignadas previamente, como preferentes, quedan relegadas hasta mejor momento. Entretanto se refuerzan los medios para salir de la crisis del fútbol y se redacta urgentemente un decreto-ley del presidente que externaliza; vamos a ver, se privatiza -cual servicio de catering en comedor escolar- y la concesión se encarga, saltándose todas las normas de contratos del estado, a una Unión Temporal de Empresas (UTE) con el compromiso fiel y cabal de ser capaces de que el indispensable servicio en La Moncloa fuese restablecido en el menor tiempo posible. En esta complicada y urgente operación intervienen, a distancia, conocidas figuras de política internacional como Kissinger y Paesa; la aportación del país está en manos de Fernández Díaz y Morenés, una suerte de Mortadelo y Filemón mal avenidos.

Después de esas horas de crisis, el chaval que lleva rato observando la angustia, no puede más y entra en despacho de su padre con el portátil en la mano para preguntarle qué le había parecido el gol de ? En ese momento el padre sintió algo en el cogote.