Está por ver si consigue el acta de diputado por la provincia de A Coruña en el Congreso. Lo que ya se ha visto, incluso antes de que comience de forma oficial la campaña electoral, es que el firmamento del Bloque ya tiene una nueva estrella. Se llama Carlos Callón Torres. El más carismático de los presidentes que hasta hoy haya tenido la Mesa pola Normalización Lingüística brilla con luz propia en el escenario más bien gris de la batalla política del 20-D en Galicia. Es él quien diseña, y en gran parte capitaliza personalmente, una estrategia de captación de voto novedosa y rompedora, tanto en los mensajes de fondo como, sobre todo, en las formas, con las que los bloqueiros entran en competencia con las fuerzas y plataformas recién nacidas o emergentes.

El vídeo viral en el que Callón -autoproclamado el candidato marica- se besa con Francisco Jorquera, después de besar a una chica, que a su vez fue besada por otra, dio mucho que hablar, no solo por la original forma en que Nós-Candidatura Galega defiende la diversidad sexual. Su impacto se explica sobre todo por poner sobre la mesa, con idénticas dosis de atrevimiento y naturalidad, un debate todavía incómodo para mucha gente, incluso dentro del propio BNG, a pesar de la homosexualidad de algunos de sus dirigentes históricos. Al parecer, nos aguardan todavía otros interesantes golpes de efecto, complementarios a los consabidos manifiesto de apoyo de intelectuales, artistas, etc. También esos elementos clásicos y convencionales estarán presentes durante la campaña que empieza el viernes.

Si bien su experiencia netamente política se circunscribe al breve periodo en que fue concejal nacionalista en Ribeira, sus muchos años en primera línea del frente lingüístico le otorgaron a Callón una visibilidad y un índice de conocimiento público muy considerables. Para bien y para mal, es un personaje popular en amplias capas de la población gallega. A esa popularidad y a su perfil de líder mediático contribuyeron en gran medida quienes desde posiciones contrarias a las suyas le descalificaban o directamente lo insultaban por su beligerancia galleguizadora. Algo le debe también a los que rehuían la confrontación directa con él en el ring de la dialéctica por lo difícil que resultaba encontrar argumentos con que tumbarlo.

Carlos Callón es un dogmático del nacionalismo, como buen militante de la UPG, radical en sus convicciones ideológicas pero con planteamientos de lo más moderno a la hora de defenderlos. Parece haber entendido mucho mejor que sus mayores los requerimientos de la nueva política a la hora de conectar con aquellos sectores nacionalistas que demandan de sus dirigentes y representantes ideas a la vez pragmáticas y rompedoras que no huelan a recetas rancias con las que responde a los retos de un mundo en transformación, que no se parece en nada al que vivieron los padres de la patria.

Sea cual que sea el resultado de la plataforma auspiciada por el Bloque y sus satélites en las elecciones generales, en buena parte el fracaso o el éxito habrá que anotarlo en el debe o el haber de Carlos Callón. Es la propia dirección frentista la que, a sabiendas. deposita implícitamente en su persona gran parte de la responsabilidad de este envite electoral, aunque él solo sea el número uno por A Coruña. Al interesado eso no le importa, ni le arredra, porque está metido de lleno en el personaje, en el rol político que asume, se lo cree y se moja con un entusiasmo que se había perdido en las caras más visibles del BNG. Si la fórmula "Nós" cuaja en el siempre movedizo mapa político del nacionalismo, aún no obteniendo el escaño al que aspira, no habría que descartar a Callón como posible cabeza de cartel para las elecciones autonómicas de 2016, más aún si dan un paso atrás las personas a las que les correspondería ese papel por razones orgánicas o simplemente por los servicios prestados.