La aplicación de la ley de la memoria histórica por parte del Ayuntamiento de La Coruña, como ya se ha señalado, tiene el arranque viciado por el empeño arbitrista de su entonces presidente don Manuel Monge, "que ha distorsionado el contenido y alcalde de la ley y ha contribuido a desinformar y alterar la biografía de algunos personajes". Tales observaciones, expuestas públicamente por el señor Sánchez Arévalo, exmiembro de la Comisión de Expertos para la aplicación de la memoria histórica, en sus análisis Pedagogía política y ley de memoria histórica, publicado por LA OPINIÓN (08-07-10), no han sido desmentidas. Entre tantos embudos deslizados, llamamos de nuevo la atención de la confusión paterno-filial entre el periodista Arcadio Vilela Garate, asesinado (19-05-46) en el portal del Ideal Gallego, figura señera de La Coruña, y su hijo Arcadio Vilela Ramudo, que se incorporó a las fuerzas franquistas (20-07-36), día en el que las tropas se echaron a las calles de nuestra ciudad, dando comienzo las hostilidades. Arcadio Vilela júnior se alistó voluntario en la Guardia Civil y llegó a mandar un tabor de Regulares que intervino en la batalla del Ebro. Esta confusión, a modo de triaca, nos recuerda que la historia no se puede escribir por ley ni con rencor, y menos a base de arbitrariedades y pendencias. Otro periodista proscrito por la aplicación de la referida ley es Pepín Rivero, director fundador del Diario de la Marina de La Habana, cerrado por Fidel Castro, en cuyas páginas siempre tuvo acogida la intelectualidad gallega refugiada en Cuba, incluido el padre Rubinos, profesor de Fidel en el Colegio Belén, posteriormente expulsado por el propio Castro. Según informa, de modo clarividente, el señor Sánchez Arévalo en su análisis, don Manuel Monge confundía a "fascistas" con "terroristas". La prudencia impide identificarlos (un "fascista" con un "terrorista") en tanto en cuanto ningún crimen les haya sido probado. Aunque la ideología ("fascista") sea reprochable, no se puede condenar a nadie por sus ideas. Nuestro alcalde debe revisar estos casos puntuales, en los que su impugnación no responde a la realidad y han convertido a familias muy apreciables en la afrenta pública de un descarnado guiñol.

Otrosidigo

"A distinguir me paro", decía Machado, porque de todas las memorias solo vale la verdad. El periodismo no ha comparecido, como era de justicia, para exigir una interpretación dilucidadora. Registramos la "timidez" del entonces alcalde Losada, conocedor de la familia Vilela tan vinculada a la vida local, que se negó a recibir a familiares de impugnados que trataban de señalar el error que exponemos. Don Xulio tiene la palabra y el deber cívico de aclarar la proscripción en marcha, tanto como alcalde como hombre calificado del Derecho.