Puso un ejemplo para explicarme las expresiones usadas. "Imagínate -me dijo mi interlocutor- que por la ventana entra de pronto un rayito de sol que realza esta planta que tanto quiero, pues yo exclamaría: -Parece que lo hace Dios. Pero si se desprende la lámpara del techo y aplasta mi tiesto, se me escapará: -El demonio tiene cara de conejo". Continúa aclarándome que eran sentencias que decía con frecuencia su buena madre en el Valladolid natal y familiar, cuando ocurrían sucesos que juzgaban buenos, positivos, o en caso contrario la invocación al demonio -al demo, que en eso coinciden con lo gallego- en lo adverso. Lo que no me aclaró, ni yo insistí, fue por qué mentar aquí la de cara de los avispados conejos, animalillos que quizás por los dibujos animados me caen simpáticos. De una u otra forma, siempre ha sido habitual dar gracias a Dios por lo favorable; en cambio lo de achacar siempre al diablo lo que nos contraría puede no encajar con la realidad si al final se comprueba que ese rechazo o revolcón nos era más conveniente. Sin dudarlo: Dios, que es padre, siempre sabe más, no el diablo. Y esto lo escribo aguardando una posible intervención quirúrgica.