Yo no sé, querida Laila, si en algún momento fue adecuado establecer el día de reflexión. Es como si el legislador considerase que era imprescindible un tiempo de calma y de sosiego para que el elector pudiera ordenar sus ideas y sentimientos en paz y así facilitar la mayor racionalidad y libertad posible del votante. Me parece que tal medida se sustenta en dos consideraciones principales: a) que las campañas electorales son un barullo de propaganda y de presión tales sobre el elector que pueden aturdirlo, despistarlo o engañarlo, y b) que ese silencio, presuntamente necesario, puede conseguirse introduciendo un día sin propaganda electoral antes de ir a votar. Pues yo considero que a estas alturas este día de reflexión tiene escaso sentido, salvo que se trate solo de que los actores de las campañas descansen. Primero, porque nunca se ha conseguido ni es posible conseguir un día de silencio propagandístico, salvo suprimir los actos electorales, que tienen muy escaso peso y son una muy pequeña parte de la propaganda electoral que, de forma directa e indirecta, sigue con idéntica fuerza en todos los medios de comunicación y en miles de actividades individuales y colectivas de los activistas electorales. Hasta la irrelevante noticia sobre a qué se dedican los candidatos el día de reflexión es propaganda electoral pura y dura. Esto siempre fue así, pero todavía tiene menos sentido si consideramos la intensa actividad en las redes sociales, cada vez más influyentes, que no hay día de reflexión que las frene o modere. Por otra parte, el ciudadano votante no es ya un ser totalmente indefenso ante la publicidad y la propaganda. Ha tenido que aprender a convivir con ella, a buscar su independencia y libertad y a reflexionar a pesar de ella, dado que la propaganda lo invade todo en muy diversos órdenes de la vida, no solo el político y electoral. Es verdad que influye, que muchas veces despista y engaña, pero la realidad es que la propaganda se ha convertido en algo parecido al aire que respiras, que puede contaminar e infectar, pero sin él no es posible la vida, tal como la conocemos y sobrellevamos. El ciudadano, por tanto, ha aprendido a reflexionar, a decidir y a ejercer su libertad en la medida de lo posible a pesar de todo. Digamos que no es un día de reflexión el tipo de garantía o de protección que el ciudadano de hoy necesita, sino la generación de mecanismos legales y sociales que eviten, castiguen de forma disuasoria y prevengan de la falsedad, la insidia y el engaño en la publicidad: en la electoral y en la otra. Cambio, querida, todos los días de reflexión por los susodichos mecanismos.

Tampoco sé, amiga mía, qué efecto electoral va a tener el reconocimiento de la experiencia en los gobernantes. Los viejos partidos, sobre todo el PP, no han dejado de apelar a la experiencia de gobierno durante toda la campaña, descalificando a las fuerzas emergentes por considerar que carecen de ella. De hecho el PP, pero también el PSOE, han planteado a los nuevos partidos el mismo circulo diabólico que se le plantea al que busca su primer empleo: para conseguir trabajo necesitas experiencia, pero nunca la conseguirás porque sin ella no te dan trabajo. Realmente diabólico y contra natura, porque incluso los "experimentados" gobernantes de hoy empezaron sin experiencia algún día no lejano. Sin embargo creo que la experiencia sí va atener mucho peso en el voto, pero la experiencia de gobierno que sufrieron los ciudadanos estos últimos años, que precisamente es el reverso de la experiencia que esgrimen Rajoy y Sánchez.

En resumen, querida, experiencia y reflexión sí jugaran su papel, pero las propias y no tanto las inducidas, que tontos no somos.

Un beso.

Andrés