Aquí estamos, apurando diciembre, ya pasada la Navidad y preparando la salida y entrada de 2015. Amortizando casi ya lo que queda de año, con la mirada puesta en 2016. Un nuevo ciclo, que repetimos cada año, pero que cada vez parece que nos plantea retos nuevos y dota de energías diferentes. Volver a empezar, de alguna manera, aunque sea bien cierto el hecho de que el año y la propia cuestión de la fecha no deja de ser un tanto arbitraria. Recordábamos en el último artículo que la propia elección del 25 de diciembre para la Navidad es fruto de una convención, al igual que el calendario por el que nos regimos. Pero, aún sabiéndolo, todo ello marca fuertemente nuestros tiempos y nuestros devenires.

Precisamente del tiempo y del devenir quiero hablarles hoy. Pero no tanto del nuestro como del de la noticia. Y es que, seguramente, es en nuestro tiempo hiperinformado y megaconectado cuando más se notan algunos fenómenos que afectan al mundo de la comunicación. Uno de ellos, sin duda, es el de una cierta diferenciación entre el foco de la noticia y la actualidad de la misma. Una realidad cuyo efecto tiene muchas implicaciones en lo social, en lo económico y en lo político. Y que distorsiona, muchas veces en gran medida, nuestra percepción de la realidad informativa.

Y es que una cosa es la actualidad, lo que pasa realmente, lo que acontece en realidades a veces remotas y otras desconocidas, y otra el peso que dicha información tenga en los medios de todo tipo. Estos responden, como todos los emprendimientos humanos, a diferentes estímulos, y no siempre tiene que estar alineado el hecho de lo que sucede y de cómo o cuándo se recoge. O, sobre todo, de si una vez recogido se mantiene más o menos tiempo. O del peso que se le da en su tratamiento informativo. Así las cosas, todos conocemos realidades, a veces enquistadas, que saltan a la primerísima página de los noticieros en un determinado momento del tiempo. Luego, desaparecen. ¿Y significa esto que tal cuestión haya desaparecido? Muchas veces no. De ninguna manera. Incluso todo lo contrario. Pero no encontramos ya tal referencia informativa, por la propia dinámica de todos o algunos de los elementos del hecho comunicativo.

Esta pequeña reflexión me la sugiere la lectura de un comunicado de los amigos de Médicos Sin Fronteras sobre qué sigue aconteciendo en el Egeo. Nuevos naufragios, nuevos fallecidos y nuevos dramas alimentan uno de los episodios más luctuosos que se están produciendo en este momento global ante las narices de Europa. Y, ante eso, burocracia, donde dije "digo" digo "Diego" y el arte tan político de marear la perdiz. No hay operatividad ni, todavía, una respuesta clara a qué hacer ante el drama que se produce cada día en los mares que rodean el reducto de paz que supone nuestro continente.

"Un paso seguro en la frontera terrestre entre Turquía y Grecia reduciría de inmediato las muertes en el mar, pero parece que la UE y las autoridades griegas prefieren mantenerse impasibles; observando la escena desde la distancia". No son palabras mías. Son, como les digo, de un agente de tanta credibilidad como es MSF. Un planteamiento razonable y técnicamente posible, pero que todavía no se ha producido. Y, que por lo que parece, aún tardará si es que alguna vez su puesta en marcha adquiere una cierta velocidad de crucero.

Con todo, la actualidad es esa. Sigue produciéndose. Aylan está ya en los anales del 2015, pero hay otros muchos como él, que ni siquiera han merecido un titular tan apoteósico. Pero el foco de la noticia hace tiempo que ha migrado y ya no se posa en su descarnada historia. Miramos para otro lado, y no porque seamos malas personas o porque queramos hacerlo así, sino porque la propia dinámica de las cosas lo propicia. Pero eso no quiere decir que sean realidades inexistentes.

Bueno, quise compartirlo con ustedes. Como ya les había felicitado la Navidad, no seré prolijo en ello. Pero venga, vamos allá. Otra vez más. Tengan ustedes Feliz Navidad de nuevo. Y no olviden, si me permiten la osadía, estas realidades que a veces no salen en casi ninguna parte, pero que están ahí. Y que son parte del día, de la vida y, también, de este tiempo de Navidad...

Sean felices a partir de hoy, día 26...