La extrapolación de los resultados arrojados por las urnas el pasado domingo permite vislumbrar las líneas maestras del nuevo mapa político que se avecina en Galicia, con una fundamental cita a la vuelta de la esquina. Las elecciones autonómicas gallegas y vascas, que deberán celebrarse en 2016, serán el primer barómetro electoral en España tras el 20-D, a no ser que antes deban repetirse las generales.

El paisaje poselectoral muestra una Galicia en la que el bipartidismo pierde fuelle, especialmente en la franja atlántica y el entorno urbano. Una nueva orientación del voto que asomó ya en las autonómicas de 2012, con la irrupción de AGE, en el Parlamento de Galicia y en las municipales de 2015, con la vertiginosa eclosión de la Marea.

El fenómeno de En Marea, que, con seis escaños, ha logrado por primera vez la representación que se exige para tener un grupo parlamentario gallego en el Congreso -falta por ver si finalmente se le permite constituirlo-, capitaliza este cambio y parece marcar tendencia en la inmediata hoja de ruta política en la comunidad.

En apenas unos meses, esta nueva marca que agrupa a partidos de izquierda de ámbito estatal, nacionalistas y movimientos sociales saltó de la nada a ser la segunda fuerza política en Galicia, donde gobierna ya con el apoyo del PSOE en las ciudades de A Coruña, Santiago y Ferrol. Uno de los datos más sorprendentes del 20-D es el primer puesto logrado por En Marea en la ciudad de Vigo, donde los socialistas habían logrado en mayo la más amplia mayoría absoluta en España.

Los sociólogos basan este avance de la Marea en la gran aceptación por un electorado joven que abarca un amplio abanico generacional, de los 18 a los 40 años. Especialmente Marea y en mucha menor medida Ciudadanos, que se ha estrenado en Galicia con un diputado, han logrado movilizar a un electorado joven que hasta ahora estaba desenganchado de las urnas. Sobre todo en las ciudades, donde la participación electoral superó la media autonómica. Este fenómeno político generacional actúa además en una doble vertiente: la del votante novel y la del joven desencantado con la política.

Marea, PSOE y BNG, pese al descalabro de los nacionalistas y la considerable sangría de votos de los socialistas, suman en Galicia por el auge de Marea 221.000 votos más que el PP, el gran derrotado al dejarse en las urnas un cuarto de millón de votos respecto a las generales de 2011. La suma de los votos de PP y Ciudadanos quedaría aún por debajo, con unos 75.000 votos menos que el conjunto de la izquierda. Si bien el número de diputados dependería de la distribución territorial de los votos.

En cualquier caso, a la hora de una extrapolación de los resultados hay que tener en cuenta que el PP ocupa en Galicia una parte del centro político y es percibido por el electorado como una opción menos conservadora que en su versión nacional. Esa es una de las razones que los expertos esgrimen también para explicar la razón por la que Ciudadanos no ha logrado todavía cuajar como alternativa de cambio en Galicia con la misma fuerza que en otras autonomías.

Para entender lo peculiar del momento político en Galicia, a la radiografía del 20-D hay que añadirle la expectación en torno al presidente Feijóo, que en el congreso del PP gallego de abril deberá desvelar si opta a la reelección.

Este nuevo paisaje político es especialmente significativo en el área de A Coruña, hegemónica en población y proyección económica en Galicia, donde las elecciones municipales de mayo propiciaron ya esta pasada primavera un relevo de poder en la urbe y la Diputación.

En Marea repitió en la ciudad coruñesa el empate técnico de las municipales, a unos cientos de votos del PP, pero la gran diferencia ahora es que el fenómeno de la candidatura de confluencia ha subido como la espuma en toda la comarca. La Marea ganó en los ayuntamientos de Arteixo, Cambre y Culleredo y fue segunda en los restantes. Su vertiginosa expansión coruñesa puede medirse en la diferencia de votos con las pasadas elecciones municipales. En apenas medio año ha pasado en la provincia de los 61.000 votos del 24-M a los 176.625 del 20-D.

En la ciudad de A Coruña, la extrapolación del voto de este pasado domingo al ámbito municipal proyecta una situación muy parecida a la actual, con la salvedad de que Ciudadanos ha superado al BNG en la cuarta plaza. A priori, la suma del PP con el partido de Rivera sumaría bastante menos que la de Marea, PSOE y BNG (63.384 votos por 78.876, según estos últimos comicios).

Los resultados del 20-D confirman en cualquier caso el ocaso del bipartidismo en Galicia y abren una nueva etapa en la que la negociación, el diálogo y los pactos serán la dinámica imperante. Es una nueva situación que demanda más exigencia, responsabilidad, competencia y altura de miras a los líderes políticos. Y que pone necesariamente bajo el foco la acción de gobierno, con menos oportunidad para las corruptelas y los amiguismos que han florecido a la sombra de ejecutivos monocolores.

A Coruña lleva desde mayo inmersa en esta nueva etapa, en la que la necesidad de entendimiento y política con mayúsculas va a ser la tónica general en toda España. La estabilidad que, con sus luces y sus sombras, se ha ido fraguando en María Pita en torno a un Gobierno en minoría cimentado en la negociación es un aprendizaje al que Galicia parece encaminada en un futuro inmediato.