Hoy es el penúltimo día del año 2015. Ya no nos vemos antes de que, si no hay novedad, el sábado día 2 de enero me vuelva a colar en su desayuno, su media mañana o en algún otro momento de dicha jornada en que tengan ustedes a bien dedicarme algunos de sus minutos. Es por eso, porque será ya 2016 cuando volvamos a coincidir, que toca comenzar deseándoles ya, de antemano, una buena salida de 2015 y entrada en este nuevo año. Un rito un tanto costumbrista, sí, pero también uno de esos momentos entrañables de cada Navidad, donde todo está por estrenar. Un nuevo añito que tenemos la suerte y el privilegio de, por lo menos, comenzar. Luego ya se irá viendo... Poco a poco.

Y, ¿qué harán ustedes mañana y pasado mañana? Para mí será cosa sencilla. El 31, primero, correr alguna de las San Silvestre que trufan el panorama de nuestro entorno próximo. Luego, cena con parte de la familia, ya que hay que repartirse, rematada con las típicas uvas alicantinas de la variedad Aledo que, sin ser las mejores, han pasado a ser parte indispensable del fin de año parece que desde que un grupo de productores avezados vieron esta forma de colocar sus cosechas excedentarias y ya tardías. Y poco más que, después, un reparador descanso. Y nada menos.

Eso sí, supongo que dedicaré buena parte de la mañana del día 1 a hacer un poco de deporte, antes de volver a sentarnos de nuevo a la mesa. Generalmente procuro que tampoco me falte en este día, como en otros muchos del otoño e invierno, un buen baño en el mar. Y es que les aseguro que levantarse temprano el primer día del año constituye, para mí, una experiencia de las más altamente gratificantes, de esas que se disfrutan y recuerdan aún al cabo de mucho tiempo. Si a eso sumamos una jornada de deporte -quizá caigan otros diez o quince kilómetros- y playa en uno de esos días clásicos del primero de año, en el que el sol luce alto y las temperaturas son contenidas, hablamos un privilegio solo al alcance de quien no sufre las consecuencias de los excesos del día anterior. Ventajas que tiene uno de no disfrutar en absoluto con el mundo de la noche, del que la Nochevieja es, quizá, el máximo exponente. En mi caso, soy de los que siempre -siempre, siempre- han pensado que así se vive mejor el día...

Mientras llega ese nuevo tándem de fiestas propias de la Navidad, uno va cerrando cosas y atando cabos de lo que fue 2015. Ahora, sin ir más lejos, me siento a escribir estas líneas recién llegado, una vez más, del Hogar de Sor Eusebia. El motivo, la comida anual de confraternidad que celebramos cada año muchas personas: residentes, trabajadores y junta directiva de la asociación titular del mismo. Y, la idea, sentarnos a comer juntos y celebrar la Navidad y el Fin de Año, que no es poco. Una oportunidad magnífica para seguir caminando juntos en esta intrincada, larga y siempre sorprendente vida en común.

Sor Eusebia es hoy un proyecto coral y profesional, moderno y en marcha, en cuya cartera hay siempre un buen plantel de ideas ilusionantes, cuyo único fin es mejorar la vida, las oportunidades y el bienestar de las sesenta personas residentes en el hogar y de muchas otras, atajando así en nuestro micromundo el fenómeno de la exclusión social. Un proyecto veterano, con treinta años a sus espaldas, y al mismo tiempo joven, en el sentido de renovado y fresco. Como el año que empieza ahora, en casi nada, y que nos embarcará en nuevas sensaciones, oportunidades, retos e ilusiones. Ya verán como sí...

Y es que tengo la sensación de que, tan pronto termine este parón navideño, muchas cosas van a ocurrir pronto. Seguramente a nivel político todo comience a moverse a alta velocidad, después de estas semanas de reflexión y digestión, por parte de todos los actores implicados, de sus nuevos papeles y posibilidades en aquello de capitanear este complejo barco colectivo. Pero también a nivel social. Y, como no, económico. Se nos presenta un 2016 que, a todas luces, tiene la pinta de que no nos va a dejar indiferentes...

Pero eso será a partir del 4 de enero. Aún no. Hoy toca darles la enhorabuena por llegar a este momento de celebración, desearles de corazón un Feliz Año Nuevo y encomendarnos al destino, sin cejar en empeño y dedicación, para que, en este futuro a corto plazo que ya comienza, sigamos haciendo cosas juntos, viéndonos a menudo y, sea lo que sea en adelante, celebrando el hecho de caminar hacia el infinito... O hasta donde se nos deje y el cuerpo aguante. ¡Feliz 2016, amigas y amigos!