Las elecciones autonómicas del pasado 27-S en Catalunya y las generales del 20-D en el Estado han dejado un mapa político de difícil encaje. Si nos referimos al asunto catalán nos encontramos que los anticapitalistas de la CUP son los que ordenan y hacen saber (con diez elegidos al Parlamento catalán) que no quien ni ver al figurín de Mas presidiendo la Generalitat, citan otros nombres para tal cometido, aunque tienen muy asumido que lo que les interesa es provocar nuevas elecciones que les daría un margen de tiempo para acomodarse a lo que ocurra en el resto del Estado, donde las formaciones políticas mayoritarias, PP y PSOE, pretenden hacerse con la vara y el sillón de mando y las emergentes, C's y Podemos, esperando colocarse lo mejor posible dentro del arco parlamentario. Un tótum revolútom que la historia, del disparate, recogerá como un desbarre político, sin precedentes, de un país, de la UE, que iza la bandera de la pluralidad, del cambio y quiere mostrarse como el santuario de las libertades y de acatamiento a las disposiciones legales comunitarias y de las emanadas de la Constitución de 1978. No obstante, aquellos principios quedan velados cuando la voluntad de los ciudadanos, expresada en las urnas, rompe los tabúes, el miedo a lo desconocido, acomodando su derecho a plasmar a una renovación que arrincone formas de hacer política pasadas de contexto. ¡Pero!, siempre hay un pero, en el escenario hispano, algo que no acaba de cuajar. Aquí, en algunos sectores, no se entiende lo que significa la pluralidad política y sigan meneando el rabillo de las mayorías absolutas, los pactos de afines divergentes (PP y C's), o con sonoros desafines incorporados (PSOE); eso si, el quién es quién, para ocupar la silla gestatoria, en caso de llegar a concretarse esta absurda alianza entre los citados, pasa, según los conservadores, si Mariano Rajoy es presidente de España.

Así andamos. Entre pactos, repartos y contrapactos, de momento ni Dios es capaz de librarse del embrollo. Primero, nos vimos abocados a una política nefasta, de segadora, guadaña, tijera de podar, pala y azadón impuesta por el Gobierno (ahora en funciones) que mangoneó a su antojo, a base de Decreto Ley, sin dar opciones a la oposición para introducir enmiendas. Segundo, la citada política sirvió de guión para introducir, a presión, con demagogia y chapuzas seudo-legales, el independentismo en Catalunya, eludiendo y ocultando la diversidad y realidad polito-social de aquel territorio. Tercero, después del revoltijo montado por Mas, ha saltado al escenario estatal el revolcón de Rajoy (tal para cual ideológicamente), que puede ser el plató de otras elecciones generales. Asuntos que conciernen a ambos los dos, por su soberbia, intransigencia y miedo al abismo político que se abre bajo sus pies. Con el agravante, de una total falta de respeto a los derechos de la ciudadanía. Tanto el uno, como el otro, luchan por mantener su estatus, cueste lo que cueste, bajándose los gayumbos hasta donde la vergüenza y el decoro lo permitan. Sería un espectáculo, digno de ver, el formado por los citados cantando a dúo: Mas, con tamborí, la popular sardana Baixant de la font del gat/una noia, una noia? y a Rajoy con la gaita Arroz con chícharos/patacas novas... Realmente inédito y ¡maravilloso!.