Ha vuelto Sánchez de Portugal dispuesto a copiar el pacto de las izquierdas de allí cuando Rajoy fracase aquí en su intento de investidura. En sus cuatro años de gobierno, bajo la disciplina de la troika tres de ellos, Passos Coelho rebajó el paro del 17,5% al 12,4% y el déficit del 7,5% al 3% pero aunque su partido, el PSD, volvió a ganar en octubre coaligado con el CDS con 104 escaños, no logró la mayoría absoluta, 116, que consiguió en 2011 con 132 escaños. El pacto entre el partido socialista, el comunista y el Bloco de Esquerda, cada uno de ellos con mejores resultados que en 2011, alcanzó en 2015 la mayoría absoluta y ha dado el gobierno al socialista Antonio Costa. Pedro Sánchez quiere emular el pacto con Podemos de socio principal y pisándole los talones, solo 300.000 votos menos que el PSOE, y para ello anda convenciendo a sus barones y baronesa de que el pacto es posible porque la exigencia del referéndum que Iglesias ponía en primera línea puede ablandarse y dejarse para otro día. El propio Iglesias ya está negociando con sus socios nacionalistas lo del referéndum y ya dirigentes del Compromís valenciano y la Marea gallega han dicho que en realidad no es una línea roja y que ya veremos. Como siempre sus aliados de Cataluña serán los más reacios a transigir pero nada es imposible para el convincente Iglesias y si Sánchez amarra a Podemos, con IU ya cuenta, se lanzará sobre el PNV, ERC y CiU para sumar la mayoría absoluta o conseguir, al menos las abstenciones necesarias. No tengo muchas dudas de que, prometiéndoles la luna, podría lograr la presidencia del gobierno. Pero, en cambio, no dudo en absoluto de que su victoria sería pírrica. Un éxito inicial que le conduciría, a no mucho tardar, a una completa derrota final porque no de otro modo puede acabar la temeraria aventura de echarse en manos de Iglesias pero, sobre todo, en manos de los partidos independentistas.

Por si él no ha tenido ocasión o tiempo, alguno de sus consejeros debería leerle a Sánchez el artículo 311.2 de la Constitución portuguesa que dice así: ¨No podrán constituirse partidos que por su designación o por sus objetivos programáticos tengan índole o ámbito regional¨. Esa prohibición explica que Antonio Costa haya conseguido en Portugal el pacto de izquierdas sin retorcer su ideología y su programa de gobierno y es, por el contrario, la existencia de nuestros sobreexcitados partidos nacionalistas independentistas lo que debería contener las urgencias de Sánchez por llegar a la Moncloa. Prefiero pensar que en el fondo Sánchez sabe que al final tendrá que abstenerse y permitir la investidura de Rajoy y que, de momento, lo que está librando es una batalla por su liderazgo en el PSOE tras sus malos resultados en las recientes elecciones. Sánchez ha silenciado ya a sus barones autonómicos recordándoles que ellos gobiernan en Valencia, Extremadura, Asturias y Castilla-La Mancha con ayuda de Podemos y aliados. Y, al parecer, también ha encontrado argumentos eficaces para tranquilizar a la baronesa. Ahora va a llevar su amago de pacto con los independentistas hasta el punto en el que la intransigencia absoluta de estos le facilite la salida para aparecer como el estadista que en un ejercicio de responsabilidad renuncia al interés de partido y a su gloria en aras del interés general. Para su futuro político y el de su partido sería lo más interesante y para el interés general, dadas las circunstancias actuales, lo más conveniente.