Te desasosiega, querida Laila, la enorme dificultad que se percibe en el país para articular en el Parlamento una alternativa de izquierda, teóricamente posible tras las elecciones. Si bien para ello alguna fuerza de la derecha o centro derecha tendría que dejar hacer, porque estrictamente la derecha cuenta con cuatro escaños más que la izquierda en la lectura más generosa para ésta. Tampoco el bipartidismo ha sido derrotado en estas elecciones. De hecho, PP y PSOE cuentan juntos con una amplia mayoría absoluta. Esto no quiere decir que el bipartidismo no esté seriamente tocado. Primero, porque los dos partidos han perdido un gran numero de votos y diputados; segundo, porque se ha roto aquella hegemonía asfixiante que relegaba a meras comparsas a las demás opciones y, tercero y más importante, porque la desafección al bipartidismo es general y creciente. Su resistencia solo se explica por su dominio casi absoluto de las instituciones más cardinales del sistema durante tantos años, por el entramado de intereses, muchos de ellos inconfesables, que crearon y porque la reacción y la indignación social se concretó en nuevas formaciones políticas desde hace escasamente un año. No debemos olvidar que el rechazo social al modelo bipartidista en la última década, devino en una creciente y mera desafección a la política misma y, solo desde finales de 2014, esa desafección cristalizó en nuevos partidos que rescataron a muchos ciudadanos para la participación política al percibir la posibilidad (sí se puede) de cambiar los políticos, la política, las instituciones y el deprimente bipartidismo. Todo esto, querida, explica tanto el ascenso de nuevas propuestas políticas, como el deterioro, que no descalabro, del bipartidismo y la misma resistencia de éste en el Congreso y en el Senado.

Con estos mimbres, el acuerdo más posible es el del PP y el PSOE, muy ayudados por la marca blanca del primero, que es Ciudadanos. O esto o nuevas elecciones, que se producirían si la presión social y el deterioro de los dos partidos protagonistas, aún con los votos conseguidos, impiden al PSOE embarcarse en la aventura, dado que el PP parece dispuesto y decidido a lo que sea por conservar el poder. En todo caso, querida, no te desasosiegues mucho porque ya nada será igual. Un pacto así va a requerir el anuncio y aparente compromiso de grandes reformas que hasta hace muy poco eran impensables, Constitución incluida, aunque luego vayan decayendo y quedando en reformas simuladas como el finiquito de Bárcenas. Pero la misma reforma del modelo, las políticas sociales, la derogación de las leyes y normas más nocivas y reaccionarias entrarán definitivamente en la agenda de la política del país y, tarde o temprano, se abrirán paso dando finalmente al traste con un modelo agotado y superado. Hasta puede que Rajoy y Sánchez tengan los días contados con pacto o con elecciones.

La constitución del Congreso de los diputados, con el acuerdo, vergonzante pero innegable, entre PP, PSOE y Ciudadanos fue un adelanto de lo que puede bien suceder a la hora de constituir Gobierno.

Si esto pasa y no hay nuevas elecciones, la oposición estará muy viva en la Cámara y en la calle y esto deberá ser muy bien gestionado: con inteligencia, con fuerza y decisión y con finura política. Esto es lo que le queda a los partidos de la oposición y a la ciudadanía, que son los objetivamente interesados en los cambios que se van a cacarear tanto, como a tratar de aplazar y eludir desde el Gobierno pero que se van a seguir necesitando y reclamando desde las entrañas de la sociedad.

En conclusión, querida: con el pacto posible o con elecciones, esto no ha hecho más que empezar.

Un beso.

Andrés