Nadie muere cuando su corazón late en otra vida. Puede que sienta con otro nombre, otro acento u otro equipo de fútbol, pero ese corazón vive al salvar otra vida. En el abrazo anónimo entre el receptor y el donante se funde lo mejor de nosotros, como ciudadanos y como pueblo, pues España acaba de coronarse un año más como líder mundial en donaciones y trasplantes. Un récord, 39,7 donantes por millón de personas y 13 trasplantes diarios en 2015, que ya quisiera para sí la UE. O los EEUU de Steve Jobs y la NASA, que preparan una expedición a Marte pero no logran copiar nuestro sistema de salud solidario.

España es, sobre todo, su salud pública. Envidiada en el mundo, constituye la conquista más sobresaliente en cinco siglos y, posiblemente, el único lazo a día de hoy entre un españolista furibundo y un independentista irreductible. Nada, ni la Constitución, el himno, la bandera o el Rey, provoca tanta comunión si exceptuamos el jamón ibérico. Quizá algún día los políticos aborden este asunto con la necesaria perspectiva histórica, sabedores de que la solidaridad es superior al consenso, y que los recortes aplicados en este ámbito sean subsanados cuanto antes. Podemos prescindir del AVE pero no del corazón.

El Hospital de A Coruña brilla con luz propia en este escenario al liderar los trasplantes (258) en España, una marca también lograda gracias al esfuerzo personal y familiar de sus profesionales. Así es cómo mientras el común de los mortales celebraba la última Nochebuena con sus seres queridos, el personal del Chuac viajaba fuera de Galicia en busca de un órgano para el próximo trasplante. Son desplazamientos urgentes, a cualquier hora, a veces en difíciles condiciones meteorológicas.

Otra buena noticia es que han aumentado las respuestas afirmativas entre familiares de fallecidos para donar órganos, aunque aquí resta bastante trabajo. Galicia es la undécima comunidad en donaciones con una tasa de 39,9 donantes por millón, la mitad que La Rioja (78,9). La comunicación y la concienciación resultan fundamentales en un campo donde también es importante aprovechar las nuevas tecnologías. Ya el accidente del Alvia demostró el poder inmediato de un tuit para movilizar a miles de donantes en unas horas.