Bajo la coartada de "fomentar el pluralismo", vivimos tiempos de pasteleo político, en los que la democracia está implícita en escenarios cercanos y familiares, donde no existe relación viva entre el gobernante y el ciudadano. En La Coruña, los enredos de la Marina y del Parrote son un ejemplo que ha confundido al vecindario y ha arrojado culpas a quienes no gobiernan. Hemos pasado de un grupo arrogante a una coalición podemita-socialista en la que no escasean los ediles portátiles, desconocedores de lo saludable que resulta en política callar cuando el silencio no es mejorable. Los gobiernos mixtos no son un buen negocio político. Solo les une el poder y un único objetivo: neutralizar a la oposición, hecho este que constituye uno de los mayores pecados de la democracia. Pepe Bono, mudo en los últimos tiempos, solía repetir que "cuando los socialistas nos alineamos con los nacionalistas, los resultados han sido nefastos". Podemos, enrocado con improvisados grupos regionales afines a su misma longitud de onda, quiere pastorearlas a su antojo olvidándose de sus promesas "regeneracionistas", o sea, navegar en un mar de aparente indolencia, donde no acostumbra a distinguirse la incredulidad de la desfachatez. Vivimos tiempos de acusado cromatismo político. Sobre "hechos diferenciales" -comodín sin explicación- se trata de iniciar en la región catalana un "plan secesionista", "con más voz que carne", como decía López de Vega de los ruiseñores. Solo nos queda pedir que Dios libre a los pueblos de días históricos.

Otrosidigo

Llama la atención que La Coruña, con el potencial empresarial más relevante de Galicia, no haya presentado ningún candidato a las elecciones para presidir la Confederación Gallega. Parece haberse acusado la gestión de los anteriores dirigentes, señora Fontenla y Alvariño.