Si hay un fenómeno especialmente nocivo en la sociedad de hoy, que la transforma en un remedo de sí misma, y la conduce indefectiblemente a una mayor problemática en el sentido más amplio de la palabra, ese es el de la inequidad. Más que la pobreza, que la falta absoluta de recursos, es la muy escorada distribución de los mismos la que provoca sociedades fallidas, donde la inseguridad y la violencia campan a sus anchas, y una cada vez más depauperada mayoría pierde la posibilidad de tener una vida digna y en paz.

Pero la especie humana, queridos amigos y amigas, tiene la extraña característica de tropezar no dos, sino muchas más veces en la misma piedra. Y a pesar de los ejemplos evidentes, recurrentes e históricos de que lo descrito en el párrafo anterior es meridiano, y de que siempre una sociedad con una brecha socioeconómica mayor es menos vivible, seguimos en tal línea de actuación. Cada vez más. Sin prisa, o con ella, pero siempre sin pausa. Edificando los mimbres de una sociedad futura más destruida y destructiva, con fundamentos bien cimentados en la antedicha inequidad.

España es hoy peor, en términos socioeconómicos, que hace una década, con mucha mayor distancia entre los que más y menos tienen. Y, peor aún, tal tendencia es al alza. Sin cuestionar los logros y valía de quien haya conseguido transformar sus méritos e ideas en potencia económica, de lo cual siempre es bueno alegrarse y dar una sincera enhorabuena, ese indicador también nos muestra algo más. Y esto es, desde mi humilde punto de vista, que no caminamos en el sentido correcto. Vamos de cabeza hacia una brecha social más grande, que ya está aquí y que ha venido para quedarse e incrementarse, y que es la responsable del estado de precariedad en el que viven muchos millones de personas en el mundo, y constituye un freno incuestionable al desarrollo.

Oxfam Intermón, en su último y muy reciente informe (disponible en www.oxfamintermon.org), presenta algunos de estos datos. Habla también de elusión y evasión fiscal, con un incremento del dos mil por cien en el desvío de fondos desde nuestro país a paraísos fiscales. Y nos muestra una realidad donde la concentración de la riqueza empieza a adquirir tintes rayanos en lo preocupante en nuestro país. Los presidentes de las empresas del IBEX 35 ganan 158 veces más que el salario de un trabajador medio. Es algo que no tiene sentido ni razón objetiva de ser, y que conforma un paradigma incompatible con un estado moderno en la concepción de las relaciones laborales.

Si echamos una mirada al mundo, las cosas están aún peor. Como se dice en el informe, la desigualdad extrema se está convirtiendo en la enfermedad del siglo XXI. El uno por ciento que más tiene atesora más recursos que el noventa y nueve por ciento restante. Y tan solo sesenta y dos personas -sí, 62- atesoran más recursos que... ¡¡¡3.600 millones de personas!!! No se trata de demonizar a quien nada en la abundancia o de tratar de enmendarle la plana, pero ¿de verdad ustedes creen que ese es un camino que traerá al globo paz, desarrollo y prosperidad? Yo, sinceramente, entiendo que valdría la pena alguna solución mucho más coral en el reparto de la riqueza, de manera que las consecuencias perniciosas de la inequidad frenasen su avance global.

Quizá les cansen ya mis reiteradas llamadas de atención sobre tal inequidad y sus consecuencias. Yo, sin embargo, creo que nunca es demasiado grande el esfuerzo para comunicar la idea de que un determinado nivel de desigualdad nos llevará al fracaso como sociedad. Y es que, para mí, estamos hablando del fenómeno más preocupante de este tiempo que nos ha tocado vivir, junto con lo derivado del cambio climático. Pido disculpas por insistir, pero no sin antes apostillar que este es el caballo de Troya del momento, que contribuirá a dibujar una sociedad mucho peor en un futuro, de la cual ya hay algunos pródromos en el presente.

Soluciones y otros modos hay, pero para ello hay que remar al unísono, llegar a determinados consensos y plantear, por encima de todo, alternativas creíbles, razonables, motivadoras, alcanzables y posibles. Y eso es casi impensable en la realidad política y casi diría que también social del momento. Ya se sabe, en río revuelto... Aunque al final muramos todos de inanición por falta de pescado. O de parálisis económica porque casi nadie pueda comprarlo...