El día que conocimos la venta del histórico edificio Almack House en el elegante barrio de St. James, la firma compradora también ratificaba la adquisición de casi 2.000 ferrados en el municipio coruñés de Sobrado dos Monxes. Nadie pareció sorprenderse en la City londinense, pero mucho menos en un ayuntamiento por el que transitan los peregrinos del Camino del Norte y donde los monjes del Císter se levantan de madrugada para orar y elaborar un delicioso dulce de leche: "Mano de Santo, envasado al silencio".

Curiosamente, la mano que estaba detrás de ambas adquisiciones entre la ciudad del Támesis y la cuna del Tambre es la misma: la de Amancio Ortega Gaona, el vecino más conocido de A Coruña con permiso de Amancio Amaro Varela. El grupo Pontegadea, que opera como el brazo inversor del empresario, cuenta con sobresalientes propiedades en los mejores distritos de las mejores capitales del mundo, desde el Soho neoyorquino a la Castellana madrileña o la parisina Avenida Montaigne. La sociedad del fundador de Inditex posee una magnífica colección de paisajes inmuebles, lienzos urbanos como el Palazzo Bocconi en Roma, el Esquire Theatre en Chicago o el Renaissance Plaza en Toronto al que ahora se suman 100 hectáreas para la plantación de castaños en Sobrado.

Es Sobrado dos Monxes el paradigma de la Galicia interior, maravillosa y despoblada. Cualquiera podría escuchar La chica de los ojos marrones junto a su laguna y caer embrujado sobre los nenúfares. Este territorio, tan hermoso como puede serlo Mazaricos o Aranga, representa la Galicia que se nos escapa por abandono. Aún resuena el discurso miope de tantos políticos, economistas y comisarios europeos sobre la ausencia de futuro en la Galicia rural, la última apuesta de Amancio Ortega. Ahora llega el segundo hombre más rico del mundo y propone un modelo pionero de innovación, sostenibilidad económica y ambiental en torno a la primitiva castaña gallega. Venerada ésta en países como Japón o Italia, sin duda nuestros castañares volverán a estar de moda.