Veinticuatro horas antes de que finalizase el plazo para la constitución del Gobierno catalán y ante el temor de verse abocados a convocar unas nuevas elecciones, la renuncia de Mas a presidir la Generalitat, precipitó un extraño, delirante y humillante pacto exprés, entre Junts pel Sí (CDC y ERC) con la CUP, consensuando un gabinete dirigido por el ex alcalde de Girona, el convergente Carles Puigdemont; como único vicepresidente el republicano, Oriol Junqueras. El nuevo orden, ha desvencijado a Artur Mas (el descabellado subastador del Parlamento catalán) que se ha visto obligado a renunciar a sus privilegios políticos y quedar escondido y muy calladito en un recóndito lugar, en el baúl de los recuerdos; su renuncia a seguir gozando de plenos poderes, es producto de la presión, del lado más negro del soberanismo, del independentismo radical que, unido a la presión interna de Junts pel Sí y Esquerra, contribuyeron a que abandonase, renunciase a su de acta de parlamentario, al parecer, para dedicarse a reconstruir, mejor desguazar, Convergencia Democrática de Catalunya (CDC), que pasa a denominarse Democrácia y Llibertat (DiLLi), nueva fórmula para disimular la impotencia y el desbarre político con el que se intentó someter al pueblo catalán. En cierta medida, desde la toma de posesión del nuevo Ejecutivo, da la impresión, de que emergen nuevos tiempos en relación con el soberanismo. La soflama independentista ha diminuido su intensidad. La propia ERC y el actual presidente, Puigdemont, han manifestado que la declaración unilateral de la independencia no es viable, ni posible, en estos momentos. Consecuentemente, la proclamación de una república feudal catalana y habrá que negociarla y dialogarla ampliamente con el centralismo impuesto desde Madrid a todo el Estado español y esto si que habrá que cambiarlo necesariamente con una reforma profunda de la Constitución.

Para entender la trayectoria de la antigua Marca Hispánica, habrá que recurrir a historiadores, también a imaginativos creadores de ciencia ficción, a los que da vida, en la pantalla, el cineasta George Lucas que nos muestra, en el Lado oscuro de la fuerza, un personaje malicioso, Darth Vader; papel que ha desempeñado Artur Mas, tanto en su ascenso, como en su caída al vacío por inspirador del independentismo, obviando carecía de la fuerza social necesaria para tal operación de Catalunya contra viento y marea, como en su caída por su desfachatez, soberbia, ambición y falta de sintonía con la ciudadanía, habida cuenta que, la pretensión de crear un estado feudal, hubiera sido el camino más directo para integrar en el lado oscuro de la política estatal y europea.