El primero a propósito del procedimiento del artículo 99 de la Constitución. Ya saben, el Rey consulta y por medio del presidente del Congreso propone un candidato que puede ser investido a la primera por mayoría absoluta o cuarenta y ocho horas después por mayoría simple. Si no lo consigue, el Rey hará sucesivas propuestas y si ninguna tiene éxito y transcurren dos meses desde la primera votación se convocan elecciones. Lo que no era previsible es que no hubiese candidato por la incapacidad de los grupos para llegar a acuerdos. Efectos de la fragmentación diseñada, queriéndolo o no, por los votantes y de la lejanía y la rigidez de los partidos que impide el acuerdo. La situación exige que, pasados dos meses, se devuelva la voz a los electores. Bien, pero si no hay candidato no hay primera votación y el plazo de los dos meses no corre, ¿Qué se hace? Cabe, para evitar la parálisis, la ficción de un voluntario que se ofrezca a presentarse para que el plazo comience a correr, pero además de ser un papelón para todos, incluido el Jefe del Estado, habría que tener varios voluntarios por lo de las sucesivas propuestas que dice la CE. Cabe una ficción mayor, que la Mesa acuerde que en ausencia de candidatos los dos meses se dan ya por transcurridos. Una ficción que siendo un incumplimiento de la CE, una suspensión por motivos excepcionales, tiene la finalidad constitucional y encomiable de que la propia CE se cumpla. Si la primera negativa de Rajoy me pareció acertada ahora las cosas han cambiado y tiene, pese a no ser votado, una buena oportunidad de dirigirse solemnemente a los próximos electores. No quiero dar ideas, pero si yo fuera el caballero audaz de la coleta me ofrecería al Rey para pronunciar mi primer discurso electoral ante toda España. ¿Por qué no si la ocasión la desperdician los demás, Rajoy por huir del chaparrón y Sánchez con ese errático referéndum inventado ayer mismo ?

El segundo apunte es de fondo. Si lo tenía difícil Rajoy, con lo de Valencia lo tiene peor. Rajoy ha reconocido en varias ocasiones el daño que la corrupción les ha causado y que el asunto lo gestionaron con lentitud y torpeza, como por otra parte hacen todos los partidos. Es verdad que las cosas han mejorado y que la lista de ilustres investigados, procesados y condenados es ya larga, lo que prueba que sí, que la corrupción se descubre, persigue, juzga y castiga como no se hacía antes del 2000, más o menos. Aunque muchas fechorías empezaron entonces y aún antes. Aunque los delincuentes eran aclamados por los votantes. Aunque muchos votantes fueran favorecidos por la corrupción en Valencia como en Orense, Rus y Baltar se parecen como gotas de agua, en Andalucía como en Cataluña o en Madrid. Sea como fuere, hemos pasado de ser interesados consentidores a severísimos censores y al PP le ha tocado en el peor momento. Sucede, sin embargo, que si por la corrupción pueden el PSOE, Podemos y compañía impedir un gobierno del PP, para formar otro estable y cohesionado les hacen falta más y mayores coincidencias que no tienen y les sobran las enormes diferencias que los separan. Es el mismo dilema que presenta la moción de censura constructiva cuando hay acuerdo en censurar a un gobernante pero no lo hay para investir a un sustituto. Las nuevas elecciones son arriesgadas y penosas para los que obtuvieron escaño porque pueden no repetir e inútiles si se repiten los resultados. Además, la corrupción se combate mejor tanto si se entra en el gobierno como si se le ofrece un apoyo imprescindible, mientras que andando con amistades peligrosas se acaban tomando decisiones peligrosas y seguramente irreversibles. Una abstención argumentada seriamente sería, a mi juicio, la mejor decisión del PSOE.