Dos años antes de que Marck Zuckerberg lanzase Facebook, miles de ciudadanos anónimos crearon la primera gran red social y solidaria en nuestras playas. Han pasado trece años y el oleaje aún no ha podido borrar aquella declaración de amor pintada en la arena por los voluntarios del Prestige.

A medida que el litoral gallego se teñía de luto por el fuel derramado, hombres y mujeres de todas partes llegaban a esta ribera con una estrella de mar en cada mano. Hubo profesores que abandonaron el aula en mitad de la clase para dar lecciones de coraje aquí, jubilados que se presentaron en el acantilado antes de que rematara el primer telediario sobre la catástrofe, trabajadores y empresarios encorvados en la misma faena, viajeros que cambiaron de viaje y parejas que se enamoraron en las colchonetas improvisadas de los polideportivos improvisados. Eran peregrinos que zambulleron su altruismo en nuestras aguas con la decisión de los cormoranes.

Las estimaciones difieren a la hora de contabilizar aquella cadena solidaria nunca vista en la historia de este país. Hay cifras que apuntan a los 65.000, otras incluso a los 300.000. Al principio arrancaban el chapapote con una paleta y tres bolsas de plástico. Después dispusieron de mascarillas y trajes de agua, y la marea blanca pudo organizarse mejor frente a las casi 80.000 toneladas de marea negra.

Aquellos ciudadanos arriesgaron su salud hasta el punto de que hoy día se desconocen las consecuencias a largo plazo. Solo dos meses después del hundimiento, los servicios médicos atendieron a más de mil voluntarios por vómitos, irritación ocular y de la faringe, problemas respiratorios y dolores de cabeza. La tragedia dejó fuera de combate a unas 250.000 aves, según los censos más fiables.

La sentencia dictada estos días por el Tribunal Supremo, que introduce el delito contra el medio ambiente como concepto indemnizable, corrige en parte el apocado fallo de la Audiencia Provincial de A Coruña. Otro veredicto es que tanto la política como la justicia se vieron superadas por la magnitud de un desastre que activó lo mejor de la sociedad civil. Es justo agradecerlo siempre y recordarlo.