Un viejo amigo y maestro, el inolvidable Pepe Dopeso, me enseñó hace muchos años que cuando algo te disgusta y no lo comprendes debes de cambiar la perspectiva y eso te ayuda a ver distintas caras de un mismo problema y ello facilita la comprensión necesaria para replantear tú posición. Tengo la impresión de que los españoles seremos llamados a urnas de nuevo para intentar resolver lo que nuestros políticos han sido incapaces acometer: darle a España un nuevo Gobierno. En esta ocasión tenemos más datos de los que teníamos el 20 de diciembre tenemos, en definitiva, una nueva perspectiva.

Frente a aquel bipartidismo denostado surgieron fuerzas emergentes que abanderaban la nueva política. Sin duda estas nuevas fuerzas generaron ilusión y recogieron gran parte del desencanto de una ciudadanía maltratada por la crisis y también por la insensibilidad de unos gobernantes que centrados en la economía desatendieron el factor humano que rebosaba sufrimiento. Más de 8 millones de españoles escogieron la papeleta morada o naranja esperando alumbrar una nueva democracia capaz de equilibrar la recuperación económica y la atención a millones de personas al borde del precipicio de la marginación. Poco más de un mes ha sido tiempo suficiente para descubrir que la nueva política tenía más raíces en los medios de comunicación que en la realidad social. Si se fijan el debate de hoy se centra en el independentismo, los flecos de la guerra civil y los rencores impostados sin olvidar el reparto de sillones y poltronas a los que los viejos y los nuevos aspiran. Ni una palabra de los desahuciados, de los parados o de los jóvenes brillantes que emigran buscando un futuro que aquí parecen no tener. Lejos de aportar vías de entendimiento y diálogo los nuevos marcan líneas rojas que tienen más que ver con cuestiones político-ideológicas que con la demostración de sensibilidades sociales. La política ejercida como servicio público requiere entendimiento, diálogo y consenso. Estos tres elementos están siendo despreciados por nuevos y viejos partidos. Si los españoles al romper el bipartidismo apostamos por el diálogo y en consecuencia emitimos nuestro voto hemos de reconocer que nos han dado gato por liebre. No quieren hablar, no están dispuestos a entenderse. En definitiva son incapaces de estar a la altura de la encomienda democrática que les hemos hecho los ciudadanos. Y ante esta situación realista y tozuda no les quedará otra que volver a llamar a los españoles para ver si les resolvemos el problema que ellos nos han creado. Esta no es una nueva política -¡ni mucho menos!- la inventó Chicho Ibáñez Serrador en aquel programa líder, y yo creía que antiguo, del Un, dos, tres... responda otra vez, por ejemplo ¡elecciones!. Pero mucho cuidado porque en aquel programa había también, además de un apartamento en la costa, otro premio que atemorizaba a los concursantes: la temida Ruperta, y en ese caso la calabaza debían de repartírsela, a partes iguales, los viejos y los nuevos y explicarnos durante la campaña electoral la posición real de cada partido ante un posible resultado que se pareciera mucho al del 20D porque no pretenderán que estemos repitiendo elecciones hasta que les guste el resultado.